
Dibujo por Julio Ruelas 1902. Imagen archivo
Armando Cortés Rueda1
Sin duda alguna el General Porfirio Díaz Mori, es el personaje más repudiado y distorsionado de la historiografía oficial pagada por los gobiernos de la Post Revolución Mexicana, que para elevarse a los altares de la patria, habiéndose asumido en el poder, se encargaron de glorificar este movimiento que de “revolucionario” solo tiene los discursos y los adjetivos, pues las causas reales de la explosión de ese movimiento “revolucionario” (el primero del siglo XX, antes que la Rusa), tienen más que ver con el espíritu imperialista de la entonces naciente primera potencia mundial del poder que ya eran los EU, resuelta su Guerra de Secesión; que con las fragilidades, abusos, vicios y estancos del gobierno de Porfirio Díaz, que en términos reales estaba muy por encima en logros y avances de cuanto se le ha querido reconocer.
Fue el pretexto, no la causa. La Revolución Mexicana como guerra intestina de poder no es causada por el patriota General Porfirio Díaz. Sabedor de que el conspirador es EU, quiere evitar la guerra y se va. La Revolución violenta que deja 3 millones de muertos, comienza cuando Don Porfirio tenía tiempo ya viviendo en Paris. La guerra por el poder, como fueron la de Independencia y la de La Reforma, comienza entre los caudillos militares y grupos económicos que se confrontan después de la Decena Trágica. Porfirio Díaz ya estaba sin poder y pobre viviendo en París. No causó la Revolución Mexicana, esa la motivaron los gringos que hicieron pelear a los caudillos y grupos locales de poder para debilitar y dominar México.
Es el gobierno más despojado, de toda nuestra historia, de méritos económicos, políticos, culturales, sociales y diplomáticos.

Batalla del 5 de mayo de 1862. Imagen archivo
Sin ser el tema de este escrito, a efecto de contextualizar y exponer en su momento histórico al General Díaz, quiero proponer al pensamiento crítico una síntesis reflexiva de nuestra historia, válida ahora que el presidente Andrés Manuel López Obrador obtuvo el poder presidencial proponiendo una “Cuarta Transformación” que nadie acierta a definir en rumbo sistémico o formas de gobierno y menos en sus reales propósitos de poder personal y de tufo bonapartista:
1a. Transformación, la Independencia de México en 1821. La jerarquía católica se hace del poder quitándoselo a la Corona Española invadida por Napoleón Bonaparte.
2a. Transformación, La Reforma Juarista de 1857. Un grupo amplio de poder económico y político criollo encabezado por Juárez y liberales del Rito Nacional Mexicano le arrebatan una cuota importante de poder a la iglesia católica, que aún hoy sigue siendo un factor real de poder.
3a. Transformación, la Revolución Mexicana de 1910-1917. Un movimiento inspirado desde los EU pues en 30 años el General Díaz les negó más territorios, al sur para lo que sería el Canal de Panamá y que Juárez ya les había concedido antes con un tratado que su muerte impidió cumplir (eso lo protegió de no ser visto traidor) y con lo cual México seria de una parte de Oaxaca y Veracruz al Río Bravo. Eso le hicieron a Colombia al quitarles Panamá y restarle con nuevos países. Díaz, un verdadero patriota, no les quiso ceder el Istmo como Juárez en el Tratado Mc Lane-Ocampo (1859) y menos romper relaciones comerciales con países europeos como Francia, Inglaterra y Alemania. Y no les dejó el justificante de ser la causa de esa guerra intestina de poder: vio el tigre suelto y se auto exilió.
Inteligente, patriota, estratega militar de altos niveles que ganó más de 70 batallas para los gérmenes del México que nos conforma como Estado Nación, logro que ni la misma Revolución Mexicana y su constitución de 1917 tuvieron como esas batallas. La entrevista Díaz – Creelman, del periodista canadiense radicado en los EU, sirvió de instrumento del montaje que detonó la efervescencia política y las conspiraciones con miras a sacar al General Porfirio Díaz, en las elecciones de 1910. Dicha entrevista se publicó en el número de marzo de 1908 de la revista británica “Pearson’s Magazine” bajo el título de “Presidente Díaz, héroe de las Américas”, ocupó 47 páginas de la edición y se reprodujo también en México, en primera instancia y sólo en fragmentos, en “El Imparcial” del 3 de marzo y en los editoriales de “La Iberia”, “Diario del Hogar” y “La Patria de México” de los días siguientes.
Para obligar a Porfirio Díaz a renunciar a la presidencia de la República, se comienza a generar el ambiente del descontento político electoral bajo la falsa premisa (la zanahoria, y no el garrote) de “Sufragio Efectivo. No reelección”, que hoy algunos liderazgos de Morena gritan como “Sufragio Efectivo. Sí reelección”, y lo empujan con capotes toreros como la extensión del mandato de Bonilla en Baja California o con el antojo de ser candidato eterno impulsor del voto neo corporativo –como el de los sindicatos afines a MORENA- bajo el esquema seductor de la “Revocación del Mandato” con encuestas sin legalidad constitucional, como la aplicada contra el aeropuerto de Texcoco.
Porfirio Díaz, militarmente pudo exterminar la rebelión de Francisco I. Madero en una sola semana. A base de fuerza, abusos de por medio, había logrado fincar las bases de un Estado Nacional que no le dieron a México ni la Independencia de la Iglesia Católica del decadente Imperio Español, ni Juárez con su hermosa arquitectura constitucional del 57 sobre la cual se sienta en el poder 19 años y no fueron 40, porque lo mató una “angina de pecho” o alguna otra misteriosa causa pensada en “pasos perdidos”.
Recapitulando. De la historia de la Independencia a la sangrienta, destructiva, apátrida y fratricida Revolución Mexicana: ¿Qué fueron realmente esos movimientos si no estrictas guerras sangrientas y destructivas de poder, que, para favorecer ambiciones grupales, sometieron a México a 300 años de cuartelazos, a permanentes guerras civiles y a la pérdida de más de la mitad del territorio nacional ante el apetito voraz del “Destino Manifiesto” y de “La Doctrina Monroe” de “America para los americanos”? Lo demás es evasión, adoctrinamiento del “Nacionalismo Revolucionario” impulsado desde el poder como ideología dominante (que hoy retoma la 4T), lo mismo en la literatura, el cine, el muralismo, las caricaturas, la historia dicha por figuras intelectuales y de artistas impulsadas por Justo Sierra o el mismo “Ulises Criollo”, José Vasconcelos, que responsable de la prensa y difusión de las ideas de la campaña presidencial del General Álvaro Obregón, tomó por asalto la tribuna en un acto de campaña entre gritos de vivas, pitidos de tren y matracas, para decirle algo así a los matraqueros: “antes de querer hacer la revolución de México, hagan primero la revolución del jabón y del baño, porque apestan mucho”. Lo bajaron y nunca más volvió a decir un discurso en la campaña.
Poco se sabe de la carne y de los huesos de esa personalidad histórica cuyos datos en logias del RNM, me parece, son superiores a las aportaciones dialécticas bien pagadas e ideológicamente sustentadas, desde los gobiernos surgidos de esa matazón de más de tres millones de mexicanos, de la destrucción de infraestructuras industriales y de vías férreas, de crecimiento de deuda ante los EU, que vendían armas y municiones por igual a alzados y al gobierno, como ahora le venden a los narcos y a nuestras fuerzas armadas.
Prevalece aun la visión deformada de historiadores oficiosos de la dogmática, destructiva, apátrida y mentirosa Revolución Mexicana que se recuerda el 20 de noviembre ya solo con un aburrido desfile deportivo y la entrega de premios nacionales del deporte. Para los más, Porfirio Díaz, solo es el más grande tirano de nuestra historia, para otros, muy pocos, es un héroe que debemos estudiar y conocer en sus virtudes y no solo en sus preconstruidos grandes defectos. Es un mito, un ser fantasmal, pero fue el hombre que pagó la deuda externa, el que creciendo a un 8% el PIB trajo el primer superávit después de que México no tenía dinero para nada y que en su primer año tuvo que pedir prestado a ricos mexicanos 500 mil pesos para pagar deudas, que se vencían al día siguiente, ya que días antes no pudo conseguirlo el gran liberal Fernando Lerdo de Tejada. Es el presidente que en materia de la paridad del peso ante el dólar lo llegó a tener abajo de la mitad; es el creador del Hospital de “La Castañeda”, el mejor hospital psiquiátrico de la época para enfermos mentales en América Latina; construyó el Penal de Lecumberri, que era la mejor cárcel del país y fue modelo para los gringos; hizo el Palacio de Bellas Artes, el Paseo de la Reforma, comenzó lo que luego fue el Monumento de La Revolución; fue el impulsor del primer programa de alfabetización, a ese “salvaje dictador” se le debe la creación de mi alma mater que ahora se llama UNAM, universidad que ha formado cuatro premios nobeles, a los más de los presidentes, empresarios como Carlos Slim, científicos e ingenieros que construyeron desde los 50 las principales obras de infraestructura, carreteras, puertos, aeropuertos, el Metro, todo lo que puso a México las amplias avenidas del progreso y de la revolución industrial con el llamado “Milagro Económico Mexicano” (Roger Hanssen) que en más de 40 años hizo crecer a México a un 6% del PIB anual en promedio y hoy somos, a pesar de los pesares y de todos los decires, la 13-15 economía del mundo.
Recibió el país con poco más de 400 kilómetros de vías de comunicación y lo dejó con más de 40 mil. A él Tapachula, y la Costa, le debemos tener ferrocarril desde inicios del siglo pasado. A él le debemos que la patria no cediera el istmo, que Juárez ya había negociado con los gringos y que seguramente hubiesen hecho republiquitas bananeras con los territorios del sureste, Chiapas, parte de Oaxaca, Veracruz, tal vez Guerrero por Acapulco, así como Tabasco, Campeche, Quintana Roo y Yucatán. No existiríamos como estados libres y cada vez menos soberanos de lo que está dejando de ser la República Mexicana, por un proceso similar al Bonapartista que vivió la Francia tras enterrar los grandes logros democráticos y de derechos humanos en la Revolución Francesa.
¿Quién fue entonces Don Porfirio? La historia nos dice que José de la Cruz Porfirio Díaz Mori, conocido como Porfirio Díaz, nace en Huautla de Juárez, Oaxaca un 15 de septiembre de 1830 y después de vivir en este país cerca de 80 años, parte entre mares de llanto en la capital del país y ya en el puerto de Veracruz se embarca en el Ipiranga que lo llevaría a París a vivir con privaciones, pero muy respetado. Muere en Francia el 2 de julio de 1915 y está enterrado en el famoso panteón de Montparnasse donde su tumba es muy visitada. Fue un militar mexicano que ejerció el cargo de presidente de la República mexicana por siete ocasiones en 30 años, conocido como el “Porfiriato” y definido como un gobierno asesino que gobernaba solo para los muy ricos del extranjero y el país (esa era “la mafia del poder” de entonces), pero tenía sometido en la pobreza y en condiciones de cuasi esclavitud y represión a millones de pobres que se alzaron contra “el dictador de mátenlos en caliente”, hasta derrocarlo.
Concedamos que fue eso y más, cuando gobernar este país disperso, incomunicado, analfabeto, pobre, dominado, sin una sola identidad nacional, ni régimen de gobierno con leyes e instituciones. No se podía gobernar más que con la fuerza y el buen juicio desde el poder militar, no había de otra sopa. Más que un Estado nacional democrático, una república de leyes, instituciones y planes de gobierno, teníamos poderes personalizados en el poderío de fuego y movimientos de los grandes caudillos militares que dominaron al país hasta entrados los años 50. Paradójicamente el Estado Mexicano (fallido ahora en regiones dominadas por los carteles), se empezó a formar en 1929 cuando Plutarco Elias Calles, después de matar a Obregón, juntó a los generales y sus personeros políticos, dejando a un lado los cuartelazos como formas de acceso al poder y formando un procesador de cambio institucional y civilizado del poder mediante la creación del Partido Nacional Revolucionario. Ahí los militares formaron un sector con todos los caudillos regionales, más los obreros de las 5 lobitos y los campesinos que quedaban con las demandas de Emiliano Zapata. Otro militar continúa la creación progresiva del Estado mexicano, el General Lázaro Cárdenas, que desaparece el sector militar del que después se llama Partido de la Revolución Mexicana.
Acotado por los mismos militares, el caudillismo militar y los cuartelazos, y golpes de Estado que EU promovió de Guatemala a la Patagonia, para evitar que en la mal llamada “Guerra Fría” la URSS le formara otra Cuba, otro General, Manuel Ávila Camacho (tío abuelo de Yeidkcol) traspasa el poder presidencial al primer civil, Miguel Alemán Valdez, que forma el Partido Revolucionario Institucional como basamento social e ideológico del naciente Estado Mexicano que desde entonces con nuevas luchas fue avanzando a formarse con leyes, poderes, instituciones y órganos autónomos que ahora se están dinamitando.
No le demos todo el reconocimiento a Porfirio Díaz. Reconozcámoslo al menos como el verdadero héroe de la Batalla de Puebla, aquel glorioso 5 de mayo en que mal avituallados, pero bien liderados, vencimos al ejército de Napoleón Bonaparte, que era el mejor del mundo; igual es héroe del 2 de abril, el hombre que derrotó 32 veces al mejor ejército del mundo y que no aceptó firmar el armisticio por el cual le respetarían la vida, a cambio de no combatir al invasor francés. Es el patriota que se fugó de sus cárceles para seguir combatiendo, el hombre de familia que siempre vio por su madre, sus hermanas, su última esposa que se muere en la pobreza en París a los 39 años y a sus hijos; fue inventor de armas y maquinaria, próspero ganadero, el que jamás tocó un peso de las arcas nacionales como Juárez que tomaba el dinero de la aduana del Puerto de Veracruz para huir en barco a EU escoltado por la Marina Norteamericana; fue el ex presidente que donó su pensión antes que cualquier otro lo hiciera; el joven que se alistó a los 15 años para combatir al invasor norteamericano; el hombre que renuncia al poder en 1911 para que los mexicanos no entraran en esa salvaje guerra civil que quiso evitar y fue despedido con 21 cañonazos en Veracruz y con gente de pueblo llorando igual que en la capital, rogándole que no se fuera. Se fue al exilio porque quiso evitarle a México una revolución sangrienta, que sucedió después y no por culpa suya, pues sucedió cuando “la Decena Trágica” desató “el tigre de la Revolución Mexicana” que él dijo estaban desatando y a ver quién lo amarraría después. Una estricta y grosera guerra por el poder instigada por los EU. No es pues el causal de esa guerra estúpida, apátrida y fratricida. Es el General José de la Cruz Porfirio Díaz Mori un gran patriota visionario y prudente que no quiso ser factor de discordia y muerte.
¿Merece el honor de regresar a México y que se reconstruya su maltrecho honor? Yo lo tengo por encima del mismo Benito Juárez tras leer “La Historia de México” del gran liberal Ignacio Manuel Altamirano del Rito Nacional Mexicano como lo fueron Juárez, Porfirio, Madero. Lo mismo hay que leer su historia escrita por Carlos Tello Díaz, su sobrino nieto, brillante como él, donde ofrece datos desconocidos de un Porfirio Díaz que gobernó con intelectuales que no sabían, cómo los de hoy y siempre, de la real politik.
Hay que rescatar la figura de este gran patriota del cual solo sabemos de brutalidades por la historiografía de la inútil, sangrienta, apátrida y truculenta “Revolución Mexicana”, a la que nos llevaron los gringos porque no se les hincó y luego los caudillos militares y grupos ambiciosos de poder. ¡Lo sepultaron de odios y con grandes mentiras, que paso a paso se han ido cayendo, porque la verdad puede ocultarse a la vista de la ignorancia, pero los pueblos avanzan, dejan de ser manipulables y terminan por descubrir la verdad!
Por último, un amigo japonés tapachulteco (Chiapas tiene una de las colonias japonesas más fuertes del país) considera que al gran general mexicano le brotaba sangre japonesa por su apellido materno: Mori (su padre o su abuelo, me dijo, gerenció una mina en su pueblo que ocupaba migrantes japoneses y se casó con una japonesa. Eso no lo he podido comprobar, porque mi amigo no me dio más elementos. Sin embargo, el rostro afilado y mirada de águila de Porfirio Díaz Mori, me recuerda a los generales samurái de las hermosas películas de Akira Kurosawa. Lo que, si hay que anotar es que su madre, de nombre Petrona, es más juchiteca que la Sandunga, o que el enorme intelectual Andrés Henestrosa y más oaxaqueña como el profundísimo pintor Francisco Toledo o Tamayo.
Sirvan estos apuntes para ubicarlo y explicarlo como lo que fue: un patriota y hombre de su tiempo. Un gran hombre. Le estamos en deuda.
1Politólogo y Administrador Público de la UNAM; ha sido funcionario de la Secretaría de Gobernación; miembro fundador del IFE en
Chiapas y Michoacán; Subsecretario de Atención Municipal del gobierno del estado en Chiapas.