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Óscar Wong. In memoriam

El mes pasado, el 13 de diciembre, falleció el poeta Óscar Wong. Entre algunos de los amigos y periodistas que hicieron un esbozo de Óscar Wong, presentamos dos textos que consideramos dan una aproximación de uno de los chiapanecos que le dio realce a la poesía:


Oscar Wong, literato fecundo

José Luis Castillejos Ambrocio

Oscar Wong. Foto archivo

 

José Luis Castillejos Ambrocio nace el 3 de febrero del año 1964 en Tapachula. En 1983 colaboró en la revista Siempre y es reportero del diario El Nacional. En 1984 elaboró análisis para la oficina de prensa del Gobierno del Distrito Federal, para Caminos y Puentes Federales de México y la Secretaría General de la Contraloría. En 1985 retornó a Chiapas donde es designado jefe de prensa del Seguro Social y un año después ocupó el mismo cargo en la Secretaría de Agricultura y Recursos Hidráulicos en la costa de Chiapas y después es designado director del diario Tiempo de Chiapas. Después entró a trabajar para el diario El Universal y la agencia Reuters y después en Associated Press, al tiempo que escribia en el diario El Orbe de Tapachula, Chiapas. En 1991, la agencia Notimex lo contrató como su corresponsal en Guatemala donde permanece tres años y lo traslada hacia Lima, Perú donde cubre las noticias de ese país y de Bolivia. Fundador del portal digital  El Diario YA!  Actualmente es colaborador del diario La Silla Rota

Oscar Wong ha fallecido y con él muere una etapa de la literatura chiapaneca. Murió de un paro cardio-respiratorio, según me confirmó su hija Giomar.

A veces tiene la garganta herida y se cura con un sorbo de café frente a la montaña devastada. Otras ocasiones es tránsfuga de si mismo y se descubre contemplando la luz que camina sobre el agua.

Óscar Wong, originario de Tonalá, Chiapas, fue una gran voz que se expresó con enigmas y misterios, los misterios del manglar, la jungla, el calor endemoniado, los frutos prohibidos.

Fue un literato fecundo y a veces incomprendido por algunos despistados que ponen en duda lo importante de su obra. No entienden esos jactanciosos que para leer a Wong hay que tener conexión espiritual.

Nacido un 26 de agosto de 1948, este poeta, narrador y ensayista que estudió Lengua y Literaturas Hispánicas en la FFyL de la UNAM a veces lagrimea con el ojo derecho y con el izquierdo sonríe. Lo deslumbra el sol, se ríe, se tiende en el regazo del verano.

Para leer a Wong hay que echar andar la imaginación y colocarse bajo un cocotero, frente al mar porque la magia de sus palabras y el aura de estas aturde a algunos, subyuga a otros mientras el viento sopla el horizonte.

Pero en estos tiempos de pandemia, el poeta sufrió de abandono. Quienes debieran difundir su obra en Chiapas y pagarle constantemente por el Premio Chiapas se hicieron los locos.

Y mientras eso sucedía, en la capital mexicana, el poeta se reencontraba en el aire y se instalaba en el fondo de sí mismo porque es árbol incendiado de amarillo como el horizonte de luz que va moviéndose con rapidez ante el azoro de la noche.

He vuelto a mí, me digo.

He vuelto como desgarradura, puñado de hojas secas,

rama tronchada, escribe el poeta, aferrando sus raíces a la roca mientras sus manos golpean los restos del estío.

Es certero en sus palabras, caudal candente y gruñido cimbrando las paredes del espanto. A veces, desde lejos,

husmea el aire de Chiapas que trepida ante el acecho.

Con sus amigos hace un recuento del viaje por la vida:

las canas, muescas que el otoño puso

en los cabellos de todos. Los vientres abultados,

hijos que se desparraman por la vida con el sello indeleble

de nos-otros. Aquel pasea su bonanza y alegría. El de allá

su desventura. Otros cabalgan en pos de un espejismo.

Los que callan regurgitan su dolor: un hijo extraviado

en los márgenes del alba; una mujer flotando

en el sollozo, transformando en cenizas las espumas del día.

Pero todos son cada vez más en lo menos de lo que pervive.

Strawinsky escribió: No hay nada que nos obligue a buscar la satisfacción únicamente en el reposo. Wong lo supo. Y a diario hurgaba, buscaba, y hallaba. Es independiente en su poesía aunque escribe que no tiene amor, ni una mujer que aguarde ansiosa su regreso.

Pero él se levanta con la aurora a continuar su extravío porque es un fragmento de si, un tajo agónico,

un muñón tembloroso que salta al golpe de machete,

un estertor inútil.

Es un puñado de sal restregando la herida,

el zumo de un limón cayendo en el ojo del mundo.

Para leer a Wong hay que tener la conciencia libre y el alma independiente.

Pero hay cierta gloria en no ser comprendido. Wong como Benn lo sabe que escribir poesía es elevar las cosas decisivas al lenguaje de lo incomprensible, consagrarse a algo que merece que no se intente convencer de ello a nadie.

Saint-Jonh Perse interpela al poeta y le lanza una centella: Hombre bilingüe entre cosas de dos filos, encarnación del combate en medio de todo cuanto entre sí se opone, que hablas en términos de múltiple sentido como alguien que al azar se lanzara al combate entre alas y espinas.

Digo que soy, pero no soy.

Ni siquiera un graznido, paloma surcando

la ribera, gaviota posada en el mástil del navío.

Una brizna de luz, gota de sal enardecida.

Digo que soy. Tal vez el asombro en la pupila

del primer hombre asomándose en el río,

el aullido triunfal tras la primer lanzada,

la primera sangre a borbotones.

Digo que soy el arroyo mitigando la sed del caminante

y el fuego cobijando la primer pareja

que gime y se revuelca en la hojarasca.

Digo que soy, pero el Recuerdo se enfrenta a los recuerdos,

con una mueca escupe su ironía.

(Esta mañana fue una aguja pinchando a la esperanza;

ayer, llamarada consumiendo a la lujuria.

La tarde parece una tierra yerma, un paraje severo,

un terrón de arcilla desmoronándose.)

Digo que soy.

Y la impotencia desgarra la garganta.

Este hombre de ojos semi-rasgados fue Director de Publicaciones de CONECULTA-Chiapas (2010), organismo que hoy se niega a publicarle.

Colaborador de Alero, Árbol de Fuego, Arena, Arte Poético, Azor, Cauce, Cosmos, Diálogos, Diorama de la Cultura, El Gallo Ilustrado, El Heraldo Cultural, El Nacional, Espiral, Ovaciones, Poesía Hispánica, Poesía en Venezuela, Plural (nueva época), Revista Mexicana de Cultura, Sábado, y Siempre!. Becario del INBA/FONAPAS, en crítica literaria, 1978; y del CME, en ensayo, 1985. Por sus 30 años como escritor recibió la Medalla de Oro al Mérito Cultural Rubén Astudillo en Cuenca, Ecuador, durante el X Festival de Poesía Pablo Neruda-Rubén Astudillo, realizado en junio de 2004. Premio Sahuayo 1986. Premio Puerto Vallarta 1986 por Vocación de espuma. Premio Nacional de Poesía Ramón López Velarde 1988 por Enardecida luz. Premio Nacional de Cuento Rosario Castellanos 1989 por La edad de las mariposas. Primer lugar en los XXXIX Juegos Florales Nacionales de Ciudad del Carmen, Campeche 2000 por Razones de la voz. Premio Nacional de Ensayo Magdalena Mondragón 2008. Premio Chiapas en Artes 2015, otorgado por el Gobierno del Estado de Chiapas.

La salvación y la ira (1986) es un ensayo en el que Óscar Wong analiza el panorama actual de la poesía mexicana, tratando de reflejar la realidad de nuestro país «a través de la voz más entera del hombre: la poesía».

Lean a Wong y aproxímense a lo próximo y lo lejano, a la luz y la oscuridad, a ser solitario en el concepto de la vida, a prescindir, en ocasiones, a la humanidad en el sentido tradicional de las palabras.

Fue un operador nato de la lengua que transforma la fantasía en algo real, de estilo inquieto que se aleja del vocabulario corriente y simplifica la sintaxis intencionalmente para darle movimiento autónomo para lograr curvas sonoras desgranado en un poema.

Léanlo. Son tiempos de vivir aunque Wong ya haya muerto.

Diciembre 13 2020


Oscar Wong, sin concesiones

Joaquín Gutiérrez Niño

Oscar Wong. Foto archivo

Joaquín Gutiérrez Niño. Pionero del periodismo radiofónico profesional en provincia y poseedor de una amplia trayectoria en los medios de comunicación. originario de Tonalá Chiapas. Con una formación profesional labrada en la Escuela de Periodismo Carlos Septién García, donde también fue catedrático, se ha destacado como analista, docente y realizador de radio. Ha colaborado con publicaciones como Señal, Órbita, Diorama de la Cultura, Revista de revistas, Visión y Cartelera. Entre 1974 y 1994 cumplió diversas labores en diarios y difusoras como El Nacional, El Universal, Excélsior; Canal 11, Imevisión y Televisa; Radio Centro, Radio Fórmula y Radio Red. A su regreso a Chiapas ha participado en distintos medios de comunicación.

Con una solidez que resulta difícil cuestionar, la tarea artística e intelectual de Oscar Wong ha merecido varios e importantes reconocimientos. Falta uno que le permitiría seguir en lo suyo y seguir poniendo de relieve a Chiapas. Esta vez no debe regateársele.

Un juez implacable

Mallete en mano, Oscar Wong.

Así lo he visto por nueve lustros. Desde el más remoto recuerdo que de él guardo (bajo El Sol de Tonalá, y por encima de quienes ahí colaborábamos al final de los años sesenta), hasta sus actuales íes puntuadas y calaveras virtuales, pasando por diarios, suplementos y libros. Implacable.

Reaparecía en cada aniversario del semanario local con un juicio sumario a quienes pretendíamos hacer periodismo. Nadie escapaba; ni los profesores más respetados, ni el cronista de la ciudad.

Su primer rozón, por poco me derriba. “Este domingo es idiota y estúpido como los escritos del Monsieur con nombre de calle que publica en El Sol de Tonalá”, apuntó en la conclusión de su “narracrónica” titulada “Hoy es domingo, ¿sabes?”.

Por fortuna, el aniversario había pasado y su juicio fue emitido en un texto donde hacía gala de sus lecturas como estudiante de Filosofía y Letras de la UNAM, y no lo captaba cualquier mortal. Después de leer y releer el texto, me cayó el coscorrón: “A yo me hablaba, no a la asambleya”.

De los dos hijos varones de don Arturo Wong, un respetado abarrotero oriental que se asentó en mi terruño, Oscar era el menor, y yo no lo conocía. Pero indagué cuanto pude y me planté frente al toro.

De melena, barba y pipa, el poeta. Su musa por entonces, “Muñeca”: una chica que había sido mi compañera en sexto de primaria y con quien nos dimos trato de parientes. Eso, y amigos en común, salvaron la distancia.

Jamás escatimé su sitio de supremacía. Al contrario, desde la radio me di a la tarea de divulgar su obra y actividades. Terminamos siendo amigos y compartiendo veladas completas, ya en serenatas o con simples charlas; en su casa o la mía.

Recién llegado a la capital, al mediar los setenta, tras presentar examen de admisión en la Escuela de Periodismo, busqué a Oscar en su departamento de Peralvillo, para saludarlo. Fue una visita que, inopinadamente, reencausó mi vida.

Era sábado, día de cobro en el suplemento donde él colaboraba, y me invitó a acompañarlo. Ahí me presentó con sus compañeros, entre ellos el andaluz Juan Cervera Sanchís, con quien estrechamos lazos filiales hasta que retornó a su patria.

A su vez, el director, el poeta Juan Rejano, de corazón y sapiencia enormes, gentilmente me pidió de inmediato una colaboración. Y fue el comienzo, con el pie derecho, de una larga y cohesionada trayectoria por los medios citadinos, presencia que me permitió promover permanentemente su obra.

Por temporadas, actividades e intereses particulares nos han distanciado. Pero, en general, y pese al carácter difícil que nos caracteriza, y a las peculiaridades del oficio periodístico, ha prevalecido una relación cordial y de apoyo recíproco. De reconocimiento y gratitud de mi parte.

Mallete en mano, ahí sigue.

Esa severidad que le caracteriza como crítico de letras (que malcopié como analista de medios, y que tantos problemas me acarreó hasta ponerme fuera del aire), le sigue siendo útil.

Sus juicios, rigurosos pero siempre documentados, no sólo lo llevaron a ser el formidable y reconocido ensayista en que se convirtió, sino han contribuido decisivamente a su consolidación como creador, en prosa y sobre todo en verso.

Buen juez, por su causa comienza.

Cuida con esmero el equilibrio de sus contenidos y las formas con las que experimenta y pule palabras hasta forjar imágenes que se derrochan en fiesta de colores y sonidos. Conceptos que conmueven.

Siempre en crecimiento, su oficio periodístico y docente lo convierten en un creador cada vez más cercano al gran público sin detrimento de la preceptiva que exige a los demás y a sí mismo. Perito en la crítica y la autocrítica, Wong descendió del olimpo y debió aprender a escuchar hasta establecer diálogos que no requieran decodificadores o traductores.

Como todo crítico, no lleva todas consigo. En su larga trayectoria, ha rozado demasiadas pieles sensibles. Su mirada es con frecuencia aguda, y su palabra punzante. Pero, aunque parecía que no habría remedio, los años lo han revestido con la prudencia y serenidad de sus ancestros.

Oscar maduró en el trabajo y la vida. Lo vi sobreponerse a infinitud de barreras y contratiempos; lo veo superar ahora la ironía innecesaria y la pugna estéril. Está lejos de caer bien a todos pero cada vez menos le regatean sus méritos.

Cuando otros nos estancamos, él avanza. Sigue, sigue.

—EN LA BREGA

Blog personal de Joaquín Gutiérrez Niño

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