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Escribe Alfonso Naver

Fundador del periódico “Antena” del Oriente de Michoacán, columnista en “Diario Amanecer” del Estado de México, cofundador de la revista “Vasos Comunicantes” en la Ciudad de México.


Bosque de los Duendes”. Municipio de Acaxochitlán, Hidalgo. Foto archivo

Patricia Balam y Ella F. Quintal Avilés, integrantes del equipo Península de Yucatán del Instituto Nacional de Antropología e Historia, a partir de información de campo publicaron un texto titulado: Con poder para tratar con los vientos: Los mayas de la península. Parte de dicha publicación está enfocada a los Aluxes, seres míticos que son parte de las leyendas de los mayas peninsulares y de la región Norte Selva de Chiapas. Las siguientes líneas son una síntesis textual de dicho trabajo:

“Es común oír aún en nuestros días que el monte, los cenotes, las grutas, las plantas y los animales tienen Dueño(s). Estas entidades se caracterizan por ser la mayoría de las veces invisibles para los humanos, con quienes, sin embargo, se comunican por medio de silbidos, ruidos o piedras que arrojan para llamar su atención. Su “trabajo” más importante es, desde la perspectiva de los habitantes de los pueblos mayas, cuidar que los seres de la “naturaleza” a su cargo no sean depredados y/o consumidos de manera “irracional” o ilegal…estos seres, considerados casi siempre invisibles e imperceptibles a los ojos humanos, se les llama en general Yuumtsilo’ob…

Entre estos seres dignos de consideración y respeto están los que cuidan el monte, llamados en maya Kanan K’áaxo’ob o Yuumil K’axo’ob, Señores o Dueños del monte y de lo que en este “espacio” existe. A los que cuidan los pueblos se les conoce como Báalamo’ob, Kanano’ob, Kanulo’ob —“Balames”, “Kananes” y “Kanules”—, o sea, cuidadores. En este marco general de seres espirituales invisibles, aparece la figura del alux que, a diferencia de los otros seres dueños y guardianes, es descrito en reiteradas ocasiones como un pequeño campesino con cuerpo de barro, que se encarga de cuidar la milpa de cualquiera que haya buscado expresamente relaciones de intercambio con él para garantizar la seguridad y el éxito del producto de su trabajo…”   

Manos de raíz en el Bosque de los Duendes, Hidalgo.
Foto archivo

“…El rasgo principal que define a estos pequeños seres es que son ante todo “aire”, “viento”. Lo anterior nos remite a la consideración de que “aire”, “viento” o íik’ —en lengua maya— aluden a una noción compleja que incluye a las deidades sobrehumanas que habitan los montes, los cielos, la tierra y el subsuelo, entre otras manifestaciones.

Una característica de todo “viento” o íik’ es su capacidad de tomar cuerpo. Debe decirse también que para muchos informantes “el aire” por excelencia, en tanto que espíritu poderoso y ambivalente respecto de los seres humanos, es el alux. La noción de “aire” o “viento” —aliento— en tanto que vida es compartida en las zonas estudiadas, en las cuales se considera que los aluxo’ob “tienen vida de aire” o “tienen vida, pero son de viento”.  Dicho de otra manera, la forma de vida más frecuente de un alux es aire, viento, espíritu. Un alux es pues un espíritu con cuerpo de viento capturado temporalmente en un cuerpo de barro, piedra o cera para servir como guardián de la milpa, de los terrenos y de los “sembrados” de los campesinos mayas…”

“…Cuando se les describe con cuerpo, éste suele ser de barro. También se les representa desnudos, con extremidades y rostro semejantes a los del ser humano. Algunas veces portan escopeta, sombrero, “calabazo”11 y se acompañan de un pequeño perro, como un milpero-cazador. Los aluxo’ob se caracterizan por su corta estatura, alrededor de 20 centímetros, y son similares a un niño. El alux se distingue por una personalidad “inquieta” y bromista, como la de los niños, quienes son atraídos con frecuencia por la presencia de estos seres de escasa estatura, con quienes disfrutan jugar, situación que siempre despierta el temor de los padres.

La descripción ofrecida evoca en gran medida, al menos exteriormente, la imagen de un campesino, por eso escuchamos muchas veces que el alux “es como persona”. Algunas versiones acerca del origen de los aluxo’ob consideran que fueron hechos por los antiguos sacerdotes mayas. Hoy se piensa que los forjadores por excelencia son los sacerdotes mayas, mejor conocidos como jmeeno’ob, aunque hay quienes atribuyen su “fabricación” a Jesucristo o a Dios. No deja de notarse también cierta tendencia a entender a estos seres como cosa del diablo…”

“…Como seres sobrenaturales, los aluxo’ob se desenvuelven en territorios que podríamos considerar de dominio tanto humano como extrahumano. En tanto “vientos” o iik’o’ob, se desplazan por lugares donde se desempeña el trabajo de la siembra de maíz —milpa—. También viven en los montes, deambulan por los solares de las casas, viajan por los cielos e incluso, como se vio, se “instalan” en cuerpos hechos por los humanos. Se mueven y habitan muchos lugares dentro y fuera de los pueblos. Esta potencialidad de habitar territorios diversos, como el pueblo, el monte o el plano celeste, se debe a que el alux puede desplazarse fácilmente y “vivir” en todos ellos…”

“…A los aluxo’ob, como a los milperos mayas, les agrada el “pozole” y degustar elotes recién cosechados. Cuidan la milpa o los sembrados del solar familiar a cambio de las ofrendas del jefe de familia. Ahuyentan con silbidos y pedradas a los ladrones de los productos de la tierra, atacan y castigan a quienes cometen actos “indebidos” en el terreno agrícola y envían enfermedades no sólo a los ladrones, sino también al campesino que se olvida de presentarles ofrendas. En este sentido, el alux posee la atribución de “hacer justicia”, idea arraigada entre los mayas peninsulares que se manifiesta cuando alguien recibe un castigo por su falta de compromiso con un ser extrahumano…”

“…Los mayas piensan al alux como ser inteligente, capaz de cumplir sus promesas al milpero, pero también de castigar a los incumplidos y a los transgresores. En este sentido tiene consciencia e intencionalidad. Los alux’o’ob y los campesinos comparten cierto código de sonidos y palabras a través del cual se comunican. Estos pequeños seres se expresan básicamente con silbidos. El campesino silba para “hablar” con ellos e indicar que va a “entrar” a la milpa. A su vez, cuando el alux silba desde cada uno de los cuatro puntos cardinales, comunica que es momento de que el campesino se retire del lugar porque es peligroso estar cerca del monte a la caída de la noche. A esto, el campesino habla al alux: “Yo le digo, ya me voy alux, a lo cuidas la milpa, ¿lo oíste?”.

Por último, hay que mencionar que los aluxo’ob sufren y se entristecen…”

“…Al entrar en los territorios del alux o al dirigirse a él, es imprescindible mostrar un comportamiento socialmente adecuado. Esto incluye pronunciar elogios y ejecutar actos moralmente correctos, pues el alux escucha y observa con atención todo lo que las personas hacen. El alux también escucha y entiende todo lo que los seres humanos dicen, sea en maya o en español, por eso es de suma importancia cuidar el léxico cuando se está en el monte o en las milpas, pues como veremos el alux también se encarga de hacer cumplir la norma social cuando ésta es transgredida…”

Anfitriones del Bosque de los Duendes. Municipio de Acaxochitlán, Hidalgo. Foto archivo

Por su parte, Nancy Beatriz Villanueva Villanueva, publica “La concepción de los aluxes, según niños de ascendencia maya yucateca” en la serie Temas Antropológicos de la Revista Científica de Investigaciones Regionales de la Universidad Autónoma de Yucatán donde pormenoriza acerca de su vigencia en los niños de ascendencia maya en la actualidad. El texto del resumen de la obra de Villanueva se presenta a continuación:

Los aluxes pequeños personajes de la cosmogonía maya, siguen presentes en la mentalidad de los habitantes de Yucatán, preferentemente en la de aquellos de origen maya. Su vigencia se puede constatar en las explicaciones de los trabajadores de Chichén Itzá –ciudad sagrada de los antiguos mayas y actual referente turístico internacional–, ante al desplome del techo del escenario que estaban construyendo junto a la pirámide Kukulkán, donde Elton John daría un concierto en abril de 2010; ellos atribuyeron el accidente a estos seres.

Su presencia, argumentaron, se constata en los frecuentes ruidos extraños, carcajadas, sombras, figuras que se desvanecen, y cosas que cambian de lugar, o fallan sin explicación. Hubo declaraciones similares con motivo del concierto de Plácido Domingo en 2008, y de Sara Brightman en 2009, ambos en el mismo sitio arqueológico

La creencia en los aluxes está muy difundida en el área maya, pero las concepciones sobre ellos varían a lo largo de ésta, y se han ido modificando con el paso del tiempo, como consecuencia de cambios en las formas de subsistencia, la adscripción religiosa, los estilos de vida, y la dinámica de los procesos de socialización; estos últimos siempre implican la reelaboración subjetiva de las transmisiones percibidas e incorporadas por parte de los sujetos.

Así, el tránsito de una comunidad agrícola y ganadera, que mayoritariamente se reconoce como católica, no escolarizada o con baja escolaridad, y con escasos vínculos con el exterior; a otra en la que las actividades agropecuarias se han reducido considerablemente, las religiones protestantes han ido ganando adeptos , los habitantes tienen mayor escolaridad, y las relaciones son más variadas y frecuentes con la sociedad más amplia y compleja, genera nociones más acordes con los nuevos modos de vida.

Los escritos de los especialistas en el tema, muestran que las concepciones de los milperos mayas antiguos sobre los aluxes no son idénticas, aunque comparten varios elementos. En cuanto a su fisonomía, los describen como niños traviesos con la estatura de uno de 3 a 4 años de edad, pero con apariencia de adultos o viejos. Para algunos, llevan barba larga y una corona en la cabeza. Según otros, visten como campesinos mayas; usan alpargatas, sombrero, escopeta, tirahule12, hacha, coa, machete, y los acompaña un perro.

Con relación a su constitución física, todos los especialistas en el tema concuerdan en que los milperos mayas conciben a los aluxes como vientos (ik’oob). Por esto mismo, consideran que es común oírlos por el ruido que hacen mientras trabajan, cuando dejan caer objetos, o cuando tiran piedras a intrusos que entran al sitio custodiado por ellos; sin embargo, también se les puede llegar a ver como sombras. Otra coincidencia es que su función es precisamente cuidar los terrenos en cultivo y los solares de posibles ladrones.

Las diferencias más importantes radican en la explicación de quiénes son estos seres diminutos; cuál es su origen y lugar en la cosmogonía maya, y su relación con los dioses. En la información que transmiten e interpretan los mayistas, podemos distinguir, aunque no con toda claridad, dos concepciones. Una de ellas los mira como formas animadas de los antiguos ídolos mayas creados por h-meno’ob13 y chilamo’ob14 mediante procedimientos mágicos y rituales, con ayuda de los dioses. Estos especialistas religiosos vertían gotas de su propia sangre en las estatuillas para hacer visible la energía vital de sus antepasados, y así capturarla en las estatuillas para dotarlas de vida y poder. Esta operación convertía a los aluxes en seres semisagrados, cercanos a los santos de la religión católica; los situaba entre los antepasados míticos y los dioses.

Para la otra concepción, estos seres son el modo de existencia de los primeros pobladores del territorio yucateco, quienes lograron sobrevivir, gracias a sus poderes mágicos, al diluvio con el que los dioses pretendían acabarlos; son los ik’oob de estos grandes hechiceros mayas instalados en viejos ídolos de barro o piedra.

Por lo tanto, los que asumen esta concepción los identifican con los Sayanuinikob, constructores de las grandes ciudades y templos en la oscuridad, y que se transformaron en piedra cuando el sol apareció; o con los pu’uses, enanos “corcovados con gran poder y poco entendimiento, que formaron la primera raza”

Los milperos de Tahmek contradicen esta versión. Ellos diferencian a los aluxes de los pu’uses; dicen que ambos viven en cuevas y montículos arqueológicos, pero los primeros son muñecos de barro fabricados por sacerdotes mayas, quienes les incorporaron sangre para darles vida, mientras los segundos son hombres pequeños y jorobados que provienen de otra civilización.

En cuanto a su origen, algunos autores afirman que estos seres son prehispánicos, pues la forma de nombrarlos es, arguyen, una versión simplificada de la expresión ah lox katob (seres fuertes de barro). Ana Luisa Izquierdo de la Cueva los asocia con el incensario K’at, y con el Dios C19 de los mayas prehispánicos (1995: 289291). Nicolás Balutet (2009), por su parte, sugiere el mismo origen, al incluir a los diminutos seres de la mitología maya de la creación de la humanidad, en su demostración de la importancia de los enanos en la sociedad maya precolombina, y al señalar sus similitudes con las representaciones iconográficas de varios dioses mayas. Para Boccara, en cambio, son seres coloniales desarrollados con base en ideas prehispánicas; herederos de los antiguos ídolos prehispánicos20, pues su proceso de fabricación sigue el mismo procedimiento que el de éstos

Las concepciones de los mayas yucatecos sobre los aluxes nunca han sido uniformes en ningún período histórico; coinciden en algunos elementos, pero divergen en otros. En todas ellas podemos distinguir dos corrientes que se combinan con distinto énfasis, e históricamente han seguido una tendencia que va de una visión más religiosa a otra menos religiosa y, finalmente, a una no religiosa. La visión más religiosa mira a estos seres de manera cercana a los dioses o poco distinguibles de ellos, como seres semidivinos.

La menos religiosa los describe como espíritus de antiguos pobladores del territorio, pero no necesariamente como ancestros. La no religiosa los concibe como fantasmas, seres de otro mundo, u otra dimensión. Estas corrientes no son completamente excluyentes en la mentalidad de los mayas yucatecos. De acuerdo con la propia realidad vivida, los sujetos sociales abordados en este trabajo han construido mixturas específicas en las que estas corrientes tienen distintos grados de centralidad.

Los milperos mayas antiguos concebían a los aluxes principalmente como entidades poderosas que, por sus facultades extrahumanas, podían ayudar a los agricultores en la consecución de buenas cosechas. Para algunos eran espíritus de los primeros pobladores del territorio, e incluso como una forma intermedia entre los antepasados y las deidades mayas, según Boccara (2004).

Entre los adultos de Tepich Carrillo capté dos tipos de representaciones sociales sobre estas entidades anímicas; una en la que tiene más peso la idea de espíritus de los antiguos pobladores y, por lo mismo, propietarios del territorio; otra que los mira como muñecos de barro elaborados por h-meno’ob, que en determinados momentos del día adquieren animación debido a la magia incorporada por sus fabricantes. En esta visión, la idea de seres semidivinos no es evidente ni los reconoce como antepasados, sino simplemente como espíritus diferentes a ellos.

Sin embargo, los conciben como seres similares a los humanos, con excepción de su diminuto tamaño, que visten como los antiguos milperos o como mestizos (jaraneros). Los imaginan como viento que habita preferentemente en el monte, cuevas, cenotes, y montículos prehispánicos; su función principal es cuidar los campos cultivados, por lo que son benéficos para los campesinos; sólo causan daños a quienes no toman las precauciones debidas, no cumplen con sus obligaciones, o rompen con las reglas morales.

En la construcción de sus imágenes mentales sobre los aluxes, los niños incorporan, con distintos grados y matices, elementos de las entidades anímicas de la cultura local con rasgos de personajes míticos que miran en la televisión.

De esas combinaciones resultan dos representaciones: una más influenciada por los medios, y otra más apegada a la tradición. La mayoría de los niños desconoce el apoyo que estos seres brindan a los milperos; no los conciben como guardianes del monte y los cultivos, sino como espíritus o aires malignos que asustan y ocasionan enfermedades a las personas; por ello, su presencia es más perjudicial que favorable. Por lo mismo, ubican su residencia en sitios poco frecuentados por las personas, como casas abandonadas, o el cementerio.

Escondite de piedras en el Bosque de los Duendes, Hidalgo.
Foto archivo

Las discrepancias entre las imágenes de los adultos y los niños de Tepich Carrillo resultan de posibilidades y limitaciones mentales inherentes a la edad; esto es, de las características bio-psicológicas (grado de madurez y desarrollo de las funciones psíquicas), sociales (posición en la sociedad, número y diversidad de experiencias e interacciones), y culturales (conocimientos, códigos, valores y normas adquiridos), pertenecientes a cada edad. Las personas construyen sus imágenes con base en los esquemas de percepción e interpretación disponibles en cada una de las etapas de vida. Pero esos esquemas son simultáneamente bio-psico-socio-culturales; son producto de la continua interacción y retroalimentación entre la particular configuración del cerebro con el que nacemos, y un entorno sociocultural específico que proporciona cierto tipo de información.

De modo que las diferencias entre las imágenes adultas y las infantiles son también producto del contexto sociocultural en el cual el aprendizaje inicia, pues la socialización temprana tiene un importante peso en nuestras formas de pensar futuras (Berger y Luckmann, 1968; Bourdieu, 1991). Estas condiciones han variado bastante desde el tiempo de los abuelos; por ejemplo, las actividades primarias en el monte (milpa, caza, recolección de leña) han perdido centralidad en la medida en que adquieren preeminencia formas de subsistencia derivadas del mundo moderno. Estos cambios han afectado la concepción y la función asignada a los aluxes. Entre los habitantes de San Víctor, Belice, de origen maya yucateco, ocurrió un proceso similar, según reporta Smailus (1976: 221); con el abandono de las actividades primarias, ellos comenzaron a concebir a los aluxes como protectores de los pueblos y de los caminantes solitarios.

Como conclusión de las ideas antes expuestas, a partir del análisis del material de campo y bibliográfico, puedo decir que los cambios en las formas de concebir a los aluxes se han derivado, en primer lugar, de los cambios en las formas de subsistencia; el cultivo de la milpa ha dejado de ser la principal actividad económica, el organizador de la vida social del pueblo, y la base de las antiguas concepciones sobre el cosmos, la vida, y la sociedad. También ha incidido en este cambio el progresivo abandono del trabajo agrícola en el monte.

Por otra parte, las nuevas formas de subsistencia han vinculado a las familias con espacios socioculturales más amplios, en los cuales circulan nociones, imágenes, creencias, expectativas diferentes a las heredadas ancestralmente. Los lugareños entran en contacto con estas otras visiones del mundo y de la vida, a través de dos formas, por un lado, al trasladarse a espacios socioculturales más amplios para trabajar y, por otra parte, por su introducción al pueblo mediante la televisión y la escuela, principalmente.

Aunque la manera de concebir a estos seres se haya ido modificando, la creencia en ellos sigue vigente entre los descendientes de los mayas de Yucatán. Sin embargo, por la discriminación que han sufrido y el incremento de la escolarización, en un primer momento algunos manifiestan desconocimiento e/o incredulidad. Niños y jóvenes de ascendencia maya han aprendido en la escuela que sus saberes carecen de sustento y validez; que son supersticiones propias de personas incultas e ignorantes.

Bibliografía:

CON PODER PARA TRATAR CON LOS VIENTOS: jmeeno’ob, aluxo’ob y waayo’ob ENTRE LOS MAYAS DE LA PENÍNSULA*

Patricia Balam y Ella F. Quintal Avilés

Villanueva Villanueva, Nancy Beatriz

La concepción de los aluxes, según niños de ascendencia maya yucateca

Temas Antropológicos. Revista Científica de Investigaciones Regionales, vol. 36, núm. 2, abril-septiembre, 2014, pp. 97-125 Universidad Autónoma de Yucatán

Mérida, México

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