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José María Gurría Urgell

José María Gurría Urgell

 

 

 

 

 

José María Gurría Urgell, nació en la hacienda del “Santuario” de Pichucalco, Chiapas, el 6 de agosto de 1889 y falleció e n la Ciudad de Veracruz el 25 de agosto de 1965. Fue un abogado, catedrático y poeta mexicano.

Recién nacido su familia se trasladó a San Juan Bautista, hoy Villahermosa, Tabasco. En esta ciudad realizó sus primeros estudios; posteriormente, en la Ciudad de México, estudió la carrera de abogado en la Escuela Nacional de Jurisprudencia, actual Facultad de Derecho a partir de 1955, de la Universidad Nacional de México,hoy, Universidad Nacional Autónoma de México y en la Escuela Libre de Derecho de la cual fue uno de los fundadores.

En 1950 obtuvo el grado de doctor en Derecho. De 1923 a 1964 fue catedrático en la UNAM y en el Instituto Tecnológico de México; miembro de la Barra de Abogados; presidente en la Comisión encargada de redactar el Proyecto de Reformas al Código de Comercio y, desde 1929, de la Comisión de Ajustes de la Deuda Pública. En 1959 fue rector de la Universidad Juárez Autónoma de Tabasco., cargo en el que no quiso cobrar como tal y mucho menos que el Gobierno del Estado le pagara el alojamiento en el hotel en el que se hospedaba.

Gurría Urgell, además de publicar artículos y estudios sobre problemas públicos y económicos en revistas y diarios de la capital y la provincia, fue uno de los pocos poetas contemporáneos que escribió romances; en Romancero del Santuario recrea la vida y costumbres de la finca familiar. La importancia que da al paisaje y colorido tropicales recuerda la obra de Carlos Pellicer.

Escribió en 1939, “El Romancero del Santuario”, en honor a la finca en el estado de Tabasco, donde vivió toda su juventud. En este mismo año, editó por su propia cuenta “Plaza de Armas de San Juan”, en el que más tarde fue incluido en el Tríptico Tabasco con el nombre de “Romance de Plazas de Armas”, y es tal vez este poema uno de los más importantes porque fue el primero que escribió, una parte de su juventud y otra siendo ya adulto, cuando regresa a Villahermosa después de haber partido a otra ciudad en los días fatales de la Revolución.

Más adelante escribió, el “Romance de San Juan Bautista”, de igual manera el “Romance de Remigio”, el “Romance del Muelle” y los Romanceros “Tabasco”, “Grijalva” y “Pichucalco”; posteriormente, publicó otros tres libros denominados el “Romancero del Recuerdo”, “Romance de los Tres Dioses” y “Romancero de Veracruz”. Su poema más importante, el que lleva por titulo “Romance de los Ficache”, que es una obra maestra por la emoción y por la forma en que se desarrolla este episodio terrible de la Revolución en el municipio de Huimanguillo. Finalmente fue publicada la “Antología del Recuerdo”. Es autor también de un paradisíaco ensayo denominado “La Moneda Maíz”.

En 1993 se editan en ocho volúmenes su obra poética mencionada, bajo los auspicios de los Gobiernos de Tabasco y Chiapas de forma conjunta. El volumen #4 «Romancero de Pichucalco» consta de 26 «Romances».

Vendedor de ollas. Retrato Mediateca INAH

ROMANCE DE LOS CONSEJOS

 

Han de saber sus mercedes. que el río del Platanar, a la altura de Sunuapa no se puede navegar.

Si un cayuco en su corriente se quisiera aventurar, lo quebrara como quiebra en sus piedras su cristal.

En cincuenta varas de ancho o tal vez un poco más, en dos, se parte la selva para dejarlo pasar.

A media legua se escucha el fragor de su raudal y a las olas de la sierra , presta rumores de mar.

Tiene remansos azules y de tal diafanidad, que las chinas de su fondo se pueden ver y contar.

 

Al chocar contra las piedras, pulveriza su caudal y el sol enciende en el polvo largas plumas de quetzal.

Y con lo dicho me basta para que puedan soñar, con un río de mi tierra que se llama el Platanar.

El rancho de Don Macario. Casas de seto y de lodo, con caidizos reclinados sobre una fila de troncos.

Los techos entreverados: teja y palma de corozo. Las puertas y las ventanas labradas en cedro rojo.

La cerca de verdes chayas, un tamarindo frondoso, seis rosales de Castilla y varias matas de coco.

Finca en dos caballerías no cultivadas del todo, hule, cacao, café y arrozales verde y oro.

A veces, manchan su cielo cruces negras de los chombos y las verdes y amarillas de pericos y de loros.

Allí reina Don Macario, un bucólico filósofo, que trabaja sin angustias, mas también sin abandono.

Lo ayudan en sus tareas, hijos, nueras y retoños. Las mujeres, en la casa; en el campo, los esposos.

Y el río del Platanar, canta, variando de tono, según las aguas que lleva por su cauce pedregoso.

Su nieto, Esteban González, a quien el viejo prefiere, anda triste y cabizbajo hace lo menos tres meses. Desde que fue a Pichucalco a compra de menesteres y le ofrecieron trabajo y el dinero que quisiese.

Ajumóse en las cantinas; conoció varias mujeres y vio el mundo de otro modo oyendo hablar a la gente. El muchacho está bien dado; en julio cumple los veinte; sabe tocar la jarana y es cumplido y es valiente. — Yo no nací para rancho, repite constantemente. Don Macario no replica. Se hace el sordo como siempre.

Una vez el mozo vino y sin mirarle de frente, dijo al viejo: -Tata-grande, quiero que usted me dispense. Me voy a correr la tierra, si su venia me concede; a Pichucalco, a San Juan y a México, si se ofrece.

Don Macario dijo: —Ve ya que sigues en tus trece. Aquí nadie está de más, pero a nadie se retiene.

SI sufres por donde vayas, si a la ciudad no te avienes, si echas de menos el rancho, por volver, no te avegüences. Como tú, corrí fortuna y nomás porque lo pienses, voy a decirte unas cosas. Y le dijo lo siguiente:

—¿Qué puedes ir a buscar que no encuentres a mi amparo? Tienes comida, vestido, reloj, pistola y caballo.

Das amor y lo recibes y bajo mi techo honrado, hayas calor en invierno y frescura en el verano.

Una mujer que te quiera puedes tenerla en el acto, y si novia tienes ya, iré a pedirle su agrado.

Mas si ambicionas dinero, sólo tengo el necesario para mercarme las cosas que no produce este rancho.

Pero te advierto, mocito, que la moneda es del Diablo y que el que busca dinero nunca deja de buscarlo.

Es talmente el agua dulce, que hace pensar al incauto, que está apagando la sed, cuando la está provocando.

Los ojos te vendará con su pañuelo dorado, porque pienses que te da lo que la vida te ha dado.

El amor de una mujer sólo es bueno de regalo; de otro modo, sólo vale lo que tú le diste en pago.

No se compra la salud, ni el cielo limpio o nublado, ni la tibieza del sol, ni la canción de los pájaros.

ni el afecto del amigo, ni la condición del bravo, ni la bondad, ni el honor, ni el ensueño, ni el descanso.

Ni los padres que tuvimos ni los retoños que criamos, ni la nobleza del alma, ni la potencia del gallo.

Si admiras al poderoso y consigues igualarlo, verás que sólo de lejos se te figura más alto.

Los caobas en la cumbre no superan en tamaño a los caobas que viven en la llaneza del llano.

Tal sucede con los hombres, el que parece muy alto, es igual o es inferior al que vive más abajo.

La loma y la posición en el hombre y en el árbol, son las causas de que piensen ser pequeños o ser altos.

No codicies. El disfrute para el hombre es limitado, no se reposa en dos camas ni se monta en dos caballos.

Busca lección en tu cuerpo; cuando tiene de sobrado, si no lo arroja de sí, enseguida le hace daño.

no porque muchas riquezas hubieres amontonado, tomarás más aguardiente o comerás más tasajo.

rio trabajes sin razón; mas si estás necesitado, trabaja siempre la tierra, madre de todo lo creado.

Requerirá mucho esfuerzo, pero menos que el poblado; porque la tierra te ayuda y allá no eres ayudado.

Toma el árbol como ejemplo, no tendrás que lamentarlo, él no vive de sus frutos, los frutos viven del árbol. Le da la tierra sus jugos, con ello, ramas y tallo. El sólo tiene que hundir sus raíces en el barro.

Y el hombre no vivirá del producto de sus manos. Del trabajo y tierra, se más no sólo de trabajos.

En fruto de labrador dos esfuerzos se juntaron: el suyo y el de la tierra, pero éste fue regalado.

La noble tierra alimenta al que le da sus cuidados y a los que con o sin culpa, desde siempre la ignoraron.

Al que labora la mina, al que fabrica los paños, al que cepilla las tablas, al forjador de los clavos.

Al que talla los diamantes y a los que pintan los cuadros. A los que escriben los libros y a los que trovan los cantos.

A los débiles del mundo: enfermos, niños y ancianos, ricos, mendigos, ladrones, siervos,reyes y soldados.

Si sabios quieres tratar, recuerda siempre este adagio: «De la tierra, el sabio aprende y no la tierra, del sabio”.

No pienses que te darán felicidad, los extraños; ni el generoso dolor, fuente de todo milagro.

El placer y el sufrimiento flores son de tu cercado. En ti viven y eres tú al par su dueño y su esclavo.

Te seguirán donde vayas como los perros al amo; el uno te morderá, lamerá el otro tu mano.

Y los querrás a los dos porque al fin eres humano; al uno por ser tan bueno; al otro por ser tan malo.

Si quieres luchar, recuerda que herir puedes a un hermano y el pan que logres quitarle, te sabrá duro y amargo.

Lucha mejor en la tierra con elementos airados: la sequía y la creciente y las plagas y los rayos.

Ganarás gloria en vencer y gloria al ser derrotado, pues luchaste con gigantes y no con pobres enanos.

Si admiras en las ciudades los lujos y los palacios; medita que dan el hambre pero que no dan el grano.

Malo es un rancho sin casa; pero peor casa sin rancho; que no haya campo sin casa y no haya casa sin campo.

El campo guarda la vida y se torna pan y canto; el campo guarda la muerte y se torna camposanto.

Tienen ojos y no ven y oídos sin escuchar. Esteban corriendo el mundo, fue de ciudad en ciudad.

Buscó trabajo y lo halló vendiendo su libertad; perdió contento y salud y se puso a suspirar.

Un día de agotamiento, oyó lejano cantar: el del río que quebraba en sus piedras su cristal.

Vio la selva que se abría para dejarlo pasar; y en el polvo de su espuma, largas plumas de quetzal.

Imaginó sus remansos bajo el insomnio lunar y las frondas de la sierra con sus rumores de mar.

Y se volvió para el rancho y se puso a trabajar; y la tierra le dio frutos y agua pura el manantiai.

La noche bellos luceros, el día su claridad; y una moza primorosa le dio el rosa de la rosa que naciera en su rosal. Esto pasó junto al río que se llama Platanar.

ROMANCE DEL CASAMIENTO

Cerró la noche, la gente, después de tomar el trago,  se desparramó en la sombra hacia la luz de los cuartos; sólo Teófilo quedó en el portal del Santuario.

Cuando lo vio el mayordomo  como una mancha de blanco,  le preguntó qué quería: — Quisiera hablar con el amo. — Pasa pues, que no se acueste porque estaba muy cansado.

Dejó chontal y machete en un pilar reclinados y entró en la sala diciendo:

— Buenas noches dé Dios, mi amo. Manuel Gurría contesta:

— A ti te las dé, muchacho.

Como Teófilo no hablaba, el amo quiso ayudarlo. — ¿Vienes a pedir terreno para la milpa del año?

— No, señor, el que me dio, lo estoy apenas sembrando.

— Se te está metiendo el tiempo, necesitas apurarlo. — Mañana mismo termino; siete jicaras le entraron. Yo venía pa’otra cosa, su mercé disimulando.

— ¿A ver qué quieres entonces?  ¿Quieres dinero prestado? -No mi amo, quiero a la Aurelia, que en la casa está posando.

— ¿Con qué te quieres casar? ¿Ya lo tienes bien pensado?

— Sí señor, ya lo pensé y enjuermo estoy de pensarlo. —¿Ya le hablaste a la muchacha?

— Eso es cosa de vos, amo. Manuel Gurría se ríe al sentirse tan honrado.

— Mañana vas a saber la razón del contestado; yo le hablaré a la señora para que dé tu recado;

y por ahora, buenas noches. — Buenas noches dé Dios, mi amo.

Salió Teófilo al portal con el ánimo aliviado; se puso gacho el sombrero, ciñó el machete al costado;

Aurelia en una rendija lo estaba considerando.

El ama habló con Aurelia que dio su consentimiento.El ama lo dijo al amo, él a Teófilo risueño y Teófilo a sus amigos; y todo el mundo contento.

Pero el amo le previno aplicándole un proverbio: — Ya que te vas a casar, construye casa primero; el casado quiere casa y la vela, candelero.

Le dio tres hombres de ayuda, los tres eran ingenieros. Horcones de cocoite enterraron medio metro; y después del caballete hicieron el esqueleto.

Con verdes hojas, más tarde, le fabricaron el techo y luego con caña brava todo el trabajo del seto, amarrado con bejuco para que resista el viento.

El tapanco fue de jopí; apisonaron el suelo;

cacaxtle lleno de tierra arreglaron para el fuego y para sueño y amor levantaron un tapexco.

Aderezaron la mesa con una tabla de cedro y una piedra de moler en uno de sus extremos, y colgaron un tuyul por encima del brasero.

Cercaron en derredor,  hicieron un gallinero y, al acabarse el trabajo, dijo Teófilo sonriendo: — El casado tiene casa y la vela, candelero.

Bien provistos de dinero, de consejos y de cartas, aparejados los novios partieron una mañana por la puerta del Zanjón, sin parientes ni compaña.

Ella viste falda roja, una camisa bordada; luce verde gargantilla y aretes de piedras falsas; y una cinta de color en su sombrero de palma.

Los ojos en el camino por la cerviz inclinada, un poquito por pudor y otro poquito obligada a contrapesar la red que lleva sobre la espalda.

El lleva machete al cinto pronto a salir de la vaina; pedernal, yesca, eslabón, para tabaco y fogatas; el pantalón enrollado y camiseta rayada.

Al pasar por un arroyo que entre las piedras cantaba, hizo con hoja de tó una copa de esmeralda y bebieron agua verde, ¡Así era el agua de clara!

Y a punto de la fajina otro arroyo atravesaban; se sentaron en la orilla y en las jicaras labradas, Aurelia batió el pozol; blanca y negra era la masa.

Sacaron el bastimento abriendo los dos puzcaguas; frijoles negros refritos, arroz y carne salada, chile amash de dos colores, tortillas tibias y blandas.

Acabado su yantar la siesta los invitaba; una majagua su sombra tendía sobre la grama; sé acostaron; el azul se filtraba entre las ramas.

¿No han visto brincar el fuego, como por arte de magia, de una candela encendida a una candela apagada?Pues así pasó aquel día debajo de la majagua.

Se besaron en la boca sin decir una palabra. Los ojos de ella en el cielo, de cielo se le llenaban; los ojos de él en la tierra, de tierra se penetraban y cielo y tierra forjaron una nueva vida humana.

En llegando a Pichucalco, al Registro los mandaran, les preguntaron cien cosas, hasta de gente finada, y en cuanto al cura, esperaron que el hijo Ies bautizara.

Regresaron al Santuario, visitando la majagua; y dirigieron sus pasos hacia su nueva morada; él primero, ella detrás, con respeto de casada.

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