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Sariego Vega

Con estudios en diseño y comunicación visual ha
participado como expositor en el MUMEDI Museo
Mexicano del Diseño y como coordinador en eventos
culturales y educativos en museos nacionales


Alfred Percival Maudslay – Vista del Templo de las Inscripciones (1890) Archivo- The British Museum.
Restauración y colorización digital: J. C. De la Cruz

Frédéric Waldeck

Después de la convocatoria hecha por la Société de Géographie (La Sociedad Geográfica de París) en 1825, con un premio de una medalla de oro y 2400 francos para el mejor trabajo que demostrara la existencia de aquellos vestigios mencionados en el informe sobre Palenque Publicado con el título: Description of the Ruins of an Ancient City, Discovered Near Palenque, in the Kingdom of Guatemala in Spanish America, from the Original Manuscript Report of Captain Don Antonio del Rio: Followed by Teatro Critico Americano by Doctor Paul Felix Cabrera.

Sólo tres ilustres personajes salieron con rumbo al sureste mexicano: el médico François Corroy (1777-1836), el militar irlandés-centroamericano John Galindo (1802-¿?) y el artista francoparlante Frédéric Waldeck, quien fue el tercero en continuar en la aventura por la selva chiapaneca.

El alemán francoparlante, Johann Frédéric Maximulianus Waldeck que probablemente había sido maestro de John Galindo, conocido cirquero, excéntrico y artista, llegó a Palenque en marzo de 1832 con cuatro ayudantes, Feudriat Geómetra, Anthelme Curnillon, el secretario Schmidt y Mathey.

Desde octubre de 1831 había logrado obtener el apoyo del ministro mexicano del Interior, Lucas Alamán (1792-1853) e iba dirigiendo una expedición científica pagada por suscriptores y avalada por el gobierno. Tenía una importante colección de antigüedades y había visitado Xochicalco en octubre de 1829 y Teotihuacán en octubre de 1831. Vale

Alfred Percival Maudslay – Lado este del Palacio (1890) Archivo- The British Museum.
Restauración y colorización digital: J. C. De la Cruz

recordar que además había participado en 1822 en la edición londinense del informe de Antonio de Río.

Si bien pronto se deshizo de sus ayudantes, Waldeck construyó una cabaña entre las ruinas, contrató peones, desmontó los edificios, dibujó El Palacio, excavó la base de la Torre, pintó interiores del Templo de las Inscripciones, Templo de la Cruz, Templo de la Cruz Foliada e inclusive estudió la selva y fauna de los alrededores. Aunque escribió tres largos manuscritos (Waldeck, 1832-1853; Waldeck, 1832-1836, Waldeck, 1864-1873), sólo publicó fragmentos de uno (Waldeck, 1838). Y aunque concursó por el premio de la Société de Géographie, prefería mostrar sus resultados en una especie de circo ambulante que recorrería Inglaterra y Francia o en su defecto, recurrir a la African Association, antecedente de la Real Sociedad Geográfica Británica. Con todo, Waldeck tomó los lineamientos de la convocatoria como indicador de lo esperado por los grupos eruditos y fue así como dio forma a su único libro: Voyage Pittoresque et Archéologique dans la Province D’Yucatan (Amérique Centrale), Pendant les Années 1834 et 1836. Abandonó Palenque enfermo el 28 de julio de 1833 pero con la esperanza de poder regresar. Visitó Uxmal en 1835 pero a principios de 1836 el gobierno mexicano bajo sospecha de traficar con antigüedades, le confiscó sus dibujos. Después de más de diez años de recorrer la república, salió triste y desilusionado con rumbo a Europa el 24 de marzo para nunca más regresar. Su opinión sobre Palenque se puede resumir en una cita de su diario de bolsillo (Journal de Potche de Natchan), producto de entrevistas con un nativo.

Las tradiciones que me han sido comunicadas con el misántropo de las ruinas me parecen valer la pena de ser recogida […] El verdadero nombre de las ruinas de Palenque es Natchan, y no Otitoiun que es una palabra extranjera a la lengua chole [chol], y que sería más bien maya, idioma que deriva de él. Alrededor de diez siglos antes del nacimiento de Cristo, vino del lugar donde se levanta el sol, tres individuos blancos y barbudos, el primer sabio Ymas, el segundo Ik, el tercero Votán, aquel que obtuvo toda la celebridad que la tradición le otorgó. A pesar de que el maíz sea indígena no era como en su tiempo en el paisaje y es Votán que les trajo esta maravilla, él lo unió a la civilización y las artes. La época de su muerte es un problema, la tradición si es justa, lo hizo morir de manera violenta y nueve reyes lo sucedieron e iban a reinar cada uno medio siglo, según el uso que él mismo había prescrito. [.] Un ambicioso le sucedió y su nombre era Chanan (5), los que vinieron después fueron Abaghu (6), Bem (7), Hix (8), Tzequin, Chabin, Chinax, Cahagh y Akbal. Es bajo este último rey que Natchan fue destruida por la nación de Tula ciudad que había sido fundada por Votán y que después [ilegible] enemigo de Natchan [se refería a Toniná], sus ruinas están cerca de Ocosingo, (Waldeck, 1832-1853: 47-49).

En 1832 con Frédéric Waldeck se cerraron las exploraciones iniciadas por las autoridades coloniales españolas y seguidas por el premio de la Société de Géographie. Corroy murió en 1836, Galindo inmerso en la política centroamericana se olvidó de proseguir sus pesquisas y Waldeck más concentrado en las exhibiciones circenses no mandó el producto total de sus trabajos exploratorios. Con todo serían las raíces, los primeros intentos y por lo tanto, el impulso instigador que cimbraría el espíritu de viajeros ulteriores como John Lloyd Stephens (1805-1852), Frédérick Catherwood (1799-1852), Désiré Charnay (1828-1915), Alfred Percival Maudslay (1850-1931), entre otros que llegarían al sureste mexicano después de 1840 y recorrerían durante todo el siglo XIX las ciudades antiguas mayas.

Todos en mayor o menor medida, leerían el informe de Antonio del Río, el artículo de Paul Félix Cabrera, la correspondencia de Galindo y el único libro publicado de Waldeck. Algunos más como Charles Etienne Brasseur de Bourbourg estudiarían el manuscrito completo de Ramón Ordóñez y Aguiar en la ciudad de México. Vendrían sobre la base de lo realizado entre 1794 y 1840, época fecunda de tráfico de ideas y prácticas a nivel intercontinental que se había traducido entre otras cosas, en la similitud de las Instrucciones de José de Estachería y la convocatoria del Programme des Prix con pretensiones de rigurosidad inéditas entre los siglos XVIII y XIX. Y aunque (a excepción de Bernasconi, Corroy y Galindo) todavía en el consenso no se reconocía a los nativos como verdaderos constructores de las ruinas, sí existían propuestas que insistían en la posibilidad y en el caso específico de Corroy, sugirió incluso una antigüedad que iba más allá de una ciudad original y rompía con el mito de un sacerdote blanco y barbado como Votán con respecto a la supuesta incapacidad aborigen para erigir civilización.

Por lo tanto, si bien estos hombres no tenían claro el origen de Palenque, entre sus desacuerdos estaban abriendo el horizonte de posibilidad para una noción de antigüedad que incluía lo prehispánico y los prehistórico como digno de estudio ligado a prácticas como viajar, recolectar objetos, documentos, excavar, entrevistar y dibujar (después fotografiar), lo que se volvería parte de la manera de como trabajarían los arqueólogos e historiadores modernos. Aquí acabó la cosecha que paradójicamente dejaría sembradas las semillas para las futuras exploraciones y para futuros conocimientos que se introducirían a las academias en los siglos XIX y XX.

Sin embargo, para la Société de Géographie, no hubo ganador. Como refiere Bernal, el abate H. Baradére que había viajado en 1828 a México, obtuvo una copia del informe de Dupaix, los dibujos de Castañeda y la mitad de los objetos reunidos durante su expedición y los mandó a París donde llegaron en 1839 y se publicaron con fecha de 1834. De hecho, mucho de aquella documentación ya había aparecido en la majestuosa obra de Edward King vizconde de Kingsborough, Antiquities of México (Bernal, 1979: 91-92). El veredicto emitido hasta abril de 1836, apuntó que ninguno de los participantes había cumplido estrictamente las instrucciones. Se otorgaron medallas de plata a Baradére, Kingsborough y Galindo; en cambio Corroy y Waldeck recibieron bronce junto con el compromiso de publicar las imágenes. Warden se adjudicó un reconocimiento por editar el informe en francés de Antonio de Río.

Guillermo Kahlo – Ruinas de Palenque. Patio principal del palacio (1905) Archivo- Mediateca INAH.
Restauración y colorización digital: J. C. De la Cruz

Nos vemos en la necesidad de declarar que ni las descripciones geográficas ni arqueológicas, ni los mapas, ni los dibujos poseídos hasta el presente, podrán bastar para el estudio y las investigaciones sobre América Central, sin duda, no darán en breve el objeto. M. doctor Corroy, que visitó varias veces Palenque, no presenció o describió el resto del país, no dio dibujos ni mapas. M. Waldeck, parece haber hecho trabajos considerables en muchos de los puntos, más no envió descripciones de aquellas entre su correspondencia. M. Galindo, el primero que vio Copán y describió Palenque con detalles, no penetró en Yucatán y no dio de Palenque más que simples croquis. En fin, las dos obras que hemos analizado se circunscriben (cuando a América Central) a la descripción de Palenque extraídas de la relación del tercer viaje de Guillaume Dupaix, y sus dibujos son incompletos, insuficientes bajo el informe de la arquitectura, esta obra no contiene, además, ni mapas ni investigaciones geográficas. El coronel Galindo fue el único que dio un mapa, envolviendo los países situados a una treintena de leguas alrededor de Palenque. M. Waldeck fue el único que hizo excavaciones, más los resultados no son todavía conocidos, (Rapport sur le concours relatif á la géographie et aux antiquités de L’Amérique centrale, par M. Jomard, enero-junio de 1836: 287-288).

Se postergó el premio mayor hasta 1839 y en 1840 se declaró desierto. Por ende, la idea de una ciudad original como Palenque fundada por un sacerdote con raíces europeas, siguió manteniéndose. Ahogaba toda convicción en una historia americana despegada de criterios únicos, indivisibles y eurocentristas animando el extendido prejuicio de la incapacidad del indio para crear y vivir en civilización. Sin embargo, el primer paso se había dado. Estos expedicionarios además de colocar las semillas de una exploración sistemática de lo prehispánico, de incitar nuevas formas de obtención de evidencias y testimonios del pasado, pusieron también en la mesa de discusión un concepto clave para las nacientes ciencias decimonónicas que con el transcurrir de las décadas empezó a madurar: la antigüedad. Pero esta ya es otra historia, con otros viajeros, otros alcances, otros descubrimientos. Época de discusiones, debates, disputas, retrocesos, encuentros, desencuentros de la historia posterior, de la historia nuestra.

Revista Escribas