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Sariego Vega

Con estudios en diseño y comunicación visual ha
participado como expositor en el MUMEDI Museo
Mexicano del Diseño y como coordinador en eventos
culturales y educativos en museos nacionales


Quiriguá, Zoomorfo B. Un animal monolítico con un joven de pie a su costado. Foto Alfred Maudslay entre 1881 y 1894

El «descubrimiento» de la antigua ciudad maya de Palenque a mediados del siglo XVIII, en el interior de la selva chiapaneca, supuso un hecho significativo en el contexto del debate ilustrado que se dio, tanto en la España, como en los reinos y virreinatos americanos, en particular, en el caso de la Nueva España. Debate con relación al origen de la antigua ciudad y en otro aspecto, el papel que va a jugar la creación de imágenes, por parte de los expedicionarios y dibujantes que los acompañan, y sus consecuencias, que llegan hasta nuestros días, en el proceso de conocimiento y divulgación del mundo prehispánico americano.

En 1745, Antonio Solís, cura de la localidad de Túmbala, comunicó a su familia haber descubierto, en un lugar conocido por los naturales como «Casas de Piedra», las ruinas de una «gran ciudad». El hallazgo, inicialmente no tuvo ninguna trascendencia más allá del ámbito familiar del cura. Hasta que, tiempo después, un sobrino de éste, todavía impresionado por el relato oído en su niñez de boca de su tío, se lo trasmitió a un compañero de estudios del Seminario de la Ciudad Real de Chiapas, llamado Ramón Ordóñez Aguiar. Ordoñez, convertido ya en presbítero, nunca olvidó el relato de su antiguo condiscípulo, y vivió desde entonces esperanzado con que le llegase la oportunidad, que nunca llegó, de poder trasladarse personalmente al lugar para confirmar su hallazgo.

En el año de 1773 -ya habían pasado varias décadas desde el descubrimiento de Solís- el presbítero Ordoñez logró convencer a Esteban Gutiérrez de la Torre, teniente alcalde de Chiapas, para que, en su nombre, indagase sobre la existencia y estado de aquellas ruinas. Gutiérrez cumplió con el encargo y se trasladó al sitio en ese mismo año. Su visita fue registrada en una pequeña Memoria, en la que dio cuenta de lo que allí había visto y se atrevió a hacer especulaciones sobre el origen de la misteriosa ciudad. No obstante, y como ya había ocurrido en el caso del cura Antonio Solís, sus informaciones no lograron motivar a las autoridades de la Capitanía General de Guatemala.

También han surgido otras versiones, en las que cambian los protagonistas. Así, la investigadora española Paz Cabello, quien se ha ocupado en profundidad del asunto, ha señalado que hay una variante de la versión anterior en la que Ramón Ordóñez pierde protagonismo. Para esta investigadora, lo que realmente habría sucedido es que Ramón Ordóñez Aguiar debió dar parte de la existencia de las ruinas a Fernando Gómez de Andrade, y éste emprendió una primera visita al sitio, continuada de una segunda en la que realizó algunas excavaciones que le permitieron enviar un informe al teniente alcalde Esteban Gutiérrez.

Un grupo de mujeres en Copán, Honduras.
Foto Alfred Maudslay entre 1881 y 1894

Por otra parte, el presidente de la Real Audiencia de Guatemala, José de Estachería, se mostró muy receptivo a las noticias que le habían manifestado aquel grupo de tertulianos; y, en 1784, decidió -a un año escaso de su toma de posesión como presidente de la Audiencia comisionar al alcalde del pueblo de Palenque, población cercana al lugar de las ruinas, José Antonio Calderón (oriundo de Santander), para que emprendiese una pequeña expedición y le informase detalladamente del asunto: “Haviendo llegado á mi noticia por conductos mui recomendables que á distancia de cosa de tres leguas de esa Población se descubrieron no ha muchos años los fragmentos menos equívocos de una mui populosa Ciudad, y cuyo examen puede producir luces para la mayor ilustración de los fastos de la Historia antigua, y moderna […] y honor de la Nación, prevengo a Vuesa merced que sin pérdida de momento me informe de todas aquellas circunstancias que sirvan al previo conocimiento que necesito para formar idea del método, reglas, é instrucciones sobre que debo providenciar una exacta revisión de todo aquel lugar, para la colección de los monumentos, epígrafes, inscripciones, estatuas y demás piezas que indiquen más clara, y próximamente la antig¨edad, particularidades, y fundación de aquella Ciudad”.

Como fue ordenado, Calderón se trasladó al sitio, y redactó un informe para el presidente, en el que detallaba las características de los edificios que él consideraba más importantes. Adjuntando los primeros cuatro dibujos que se realizarían sobre Palenque en el siglo XVIII, y que serían el inicio de toda una iconografía sobre las ruinas de enorme importancia para los estudiosos del tema. Según él, no había duda que lo que se encontraba oculto entre la frondosa selva chapaneca, había sido la corte de un rey que había dominado «todas estas tierras» como así lo demostraban sus ruinas de una relativa suntuosidad. Aunque, Calderón no dejó de destacar la tosquedad de sus formas: «la hobra es suntuosisima aunque si tosca en su fábrica, y por lo tanto de gran firmeza». a esas iguras, que inserto hechas de pluma las mismas que están esculpidas, con mucho primor en las paredes de los Palacios de piedra, de cuia materia son todos; muchas ay de estraños vestidos, y plumages, mugeres con sus chiquelos a los brazos Agigantadas, muchos escudos, y ese género de Inscripción, ó Armas; que está dentro de un Palacio frente a la puerta y esa torre, que va hai media formada está en el Palacio grande, y desde ella se divisan los campos y Lagunas de todo este País.

Calderón fue el impulsor de la teoría del origen fundador trasatlántico de la ciudad. Teoría que tuvo un largo impulso a lo largo del siglo XVIII entre los criollos ilustrados guatemaltecos y también en el Cosmógrafo de Indias de la Corte de Madrid, Juan Bautista Muñoz.

Al año siguiente, en enero de 1785, tras haber recibido el informe  de Calderón, el presidente de la Real Audiencia, atendiendo la recomendación del santanderino, preparó una nueva exploración. En este sentido, cabe señalar, que las instrucciones del presidente tienen antecedentes en el instructivo que el marino e ilustrado español Antonio de Ulloa había desarrollado en 1777, para el descubrimiento, acopio y catalogación de objetos anticuarios indigenas. El documento estaba dividido en varias secciones: Geografía, Historia Natural, Antigüedades y Botánica. En el apartado referente a las Antigüedades, Ulloa apuntaba que era necesario recopilar: «Los vestigios de antigüedades del tiempo del gentilío que subsisten en algún modo, en monumentos, vasijas herramientas, figuras y piezas de uso, etc.»

EL PALACIO. Palenque, Chiapas. Desiré Charnay. Cités et ruines américaines. Foto: INAH

En la España ilustrada del siglo XVIII, no había una clara definición de lo que era un «especialista anticuario», y era frecuente que los historiadores, así como otro tipo de eruditos, realizasen labores de su rastreo y estudio. En ese sentido, el mismo Ulloa deja patente esta consideración documental de las fuentes anticuarias: Estas noticias serán de las ruinas de Edificios antiguos de la Gentilidad, de cualquiera materia que sean: de las paredes, cercas, muros, zanjas, ó fosos; de los entierros, ó sepulturas; de los Adoratorios, ó Templos; de las casas, ó chozas que habitaban, con expresión de sus figuras, capacidades, entradas y distribuciones internas.

De la misma manera, y siguiendo con los protocolos que la administración colonial española había incorporado tras las instrucciones redactadas por Antonio de Ulloa, Estachería redactó un oficio al entonces secretario de Estado de Indias, José de Gálvez, poniéndole en antecedentes sobre las gestiones realizadas hasta ese momento, y le adjuntó los originales del informe de Calderón.

Estachería redactó las instrucciones para el nuevo viaje al frente del cual nombraría al arquitecto italiano Antonio de Bernasconi. El 25 de febrero de 1785 Bernasconi, acompañado por Calderón, inició su misión. Cuatro meses después, el 13 de junio, ya de regreso a Guatemala, el arquitecto italiano entregó su informe. Un informe bastante parco, aunque muy técnico en relación con la manera en que estaban hechas las construcciones principales que ya había descrito Calderón. Entre las cuestiones en las que el arquitecto hacía especial hincapié, era su reafirmación del término «Palacio» también empleado por Calderón, para identificar «la casa más principal», con lo cual daba a entender que la ciudad, si no había sido la sede de una corte, como afirmó Calderón, si había sido de una enorme importancia.

No obstante, el ya anciano arquitecto no dejó de manifestar su ignorancia respecto al tipo de modelos arquitectónicos utilizados: “En su arquitectura no fallo orden alguno de los que yo conozco, ni antiguo, ni moderno, y si solo que las Bovedas estan cerradas a lo Gotico. Las paredes tanto del Palacio, como de las demas casas, son de suma solidez, tanto que sobre las Bovedas se sostienen Arboles de una y media varas de diámetro”. Y, al contrario que Calderón, Bernasconi no vio ni oratorios, ni baños, ni sepulcros, y sí algunas bóvedas que el italiano calificó de «calabozos». Tampoco descubrió fosos, ni murallas «o cosa alguna que denotase cautela contra enemigos»; aspectos, todos ellos, con los que Calderón había especulado para definirla como una «ciudad con fortificaciones».

Respecto a las esculturas, el arquitecto señaló que no eran estatuas sino bajo relieves hechos de mezcla de estuco, y que no había señales de que una erupción volcánica, al estilo de lo ocurrido en Pompeya y Herculano, fuese la causante del abandono de la ciudad; más bien parecía «más verosímil, que allí la produjo el abandono de sus habitantes».

Pero el aspecto más sobresaliente de sus conclusiones, estaba en relación con su afirmación de que dicha ciudad había sido habitada y construida por indios: “[…] es mui probable fuesen yndios según figura de las estatuas, modo de fabricar en las eminencias, y sin orden de calles, y cuadras; sin embargo de que la construcción de los edificios, no hace del todo incultos en el arte a los que lo fabricaron”.

EL PALACIO. Palenque, Chiapas. Foto Alfred Maudslay entre 1881 y 1894

El arquitecto no había podido ser más claro: la teoría de los pobladores ultramarinos, fuesen estos cartagineses, romanos o antiguos cristianos huyendo de los moros, con lo que Calderón había especulado y que tanto interés había despertado en el presidente de la Audiencia y en la Corte de Madrid, no tenía cabida en el informe del italiano. Por el contrario, éste era más partidario de explorar otras vías interpretativas.

En apoyo de su tesis, Bernasconi resaltaba el hecho de que los métodos y órdenes arquitectónicos allí empleados, no se parecían a ninguno que él hubiese conocido en su ya larga trayectoria, a no ser porque ciertas bóvedas que le traían a la mente un recuerdo de ciertas formas góticas, lo que había allí visto no tenía referentes con la arquitectura, ni tampoco con la escultura europea.

Estachería envió el informe del arquitecto italiano a la Corte de Madrid, junto con los cuatro nuevos dibujos realizados por éste, en 1785. En Madrid, el informe fue recibido por el ministro Gálvez, quien, a su vez, lo remitió al cosmógrafo Juan Bautista Muñoz. Este, una vez lo hubo leído, envió contestación al ministro de Indias, con fecha del 7 de marzo de 1786, en la que manifestaba la importancia de seguir profundizando en el estudio de Palenque; y destacaba la importancia del lugar «por lo que pudiera ilustrar los origenes i la historia de los antiguos Americanos».

De este modo, Palenque se convirtió particularmente para Muñoz, quien por entonces había sido encargado por Carlos III de la redacción de una nueva y amplia historia de España y su imperio colonial con la cual responder a las acusaciones vertidas sobre su colonialismo por el historiador escoces William Robertson: The History of America, (Londres, 1777), en una «prueba documental» de enorme valor para demostrar las verdades de los Cronistas de Indias en relación con las grandezas descubiertas en el Nuevo Mundo. Pero, lo que se sabía todavía sobre el asunto era insuficiente. Palenque debía ofrecer mayores pruebas de cómo ese mundo extraordinario había sucumbido antes de la llegada de los conquistadores, y ellos no podían seguir siendo acusados de su destrucción: «desconocido hasta ahora, i sin duda fue desamparada i arruinada siglos antes de la entrada de nuestros Españoles».

Además, debía dejar en evidencia (pensaba Muñoz) cómo los llamados «indios nuevos» que habitaban la región, no eran los herederos de aquellos «indios constructores» tan extraordinarios. Estos, los «indios constructores», no tenían herencia en el presente chiapaneco del siglo XVIII.

Entre las cosas que más impresionaban a Muñoz de la ciudad dos llamaban poderosamente la atención: el empleo de arcos que parecían de tradición gótica, mencionados por Bernasconi; y la construcción denominada «Torre», en cuyo interior aparecía un «caracol formando escalerilla, i contorno de ella muchas arquerias», porque Muñoz no creía muy improbable que los arquitectos indios fuesen capaces de construir una escalera tan complicada: “Admirado quedé al leer tales expresiones, no haviendo creído jamas a los Arquitectos Yndios capaces de construir una escalera de caracol. Visto el absoluto silencio del perito en esta parte, quedan en pie mis dudas, i quisiera salir de ellas. Tambien dudo de los arcos i bovedas en que ambos convienen. Bernasconi, dice con palabras formales, que las bóvedas estan cerradas a lo Gótico, i las figuras en techos de casas, en sotanos, i en alcantarillas 0 acueductos. Si tal huviese, serian estos edificios incomparablemente superiores en arte a los del Perú i de Mexico, en los quales nos e ha visto jamas cosa que se parezca a los arcos. Puertas formadas de tres piedras, esto es atravesaño i dos jambas, es quanto sabemos haver llegado la pericia Americana”.

Muñoz se apuntaba a la tesis de que la ciudad podría haber sido consecuencia del desplazamiento de estos grupos del altiplano mexicano: «Prueva de haverlas dominado gentes poderosas, bien fuesen antiguos Tultecas [sin duda se refiere a los Toltecas], u otros de no inferior grandeza».

Muñoz se negaba aceptar que dichas obras, por mucha importancia que tuviesen para el conocimiento del pasado indígena antes de la llegada de los españoles, fuesen obras equiparables a las que los anticuarios y arqueólogos europeos habían descubierto en la clásica Europa: «Estas aunque imperfectas i groseras, i en nada comparables a las obras de Europa, pruevan claramente que los pobladores antiguos de aquellos países eran superiores en saber i cultura a los del tiempo de la Conquista».

 El 15 de marzo de 1786, Muñoz dictó una Real Orden en la que se le solicitaba al presidente de la Audiencia de Guatemala «se continúe con su investigación». Estachería decidió seguir las instrucciones y recomendaciones de Muñoz. Para ello, pensó enviar nuevamente al arquitecto italiano, pero su muerte repentina le complicó las cosas. Obligado por las circunstancias, y al no tener a su disposición otros arquitectos, ni ingenieros militares que estaban ocupados en otras tareas, Estachería tuvo que echar mano del capitán de artillería Antonio del Río, un militar de oficio con una casi nula formación en este tipo de encargos. Antonio del Río se trasladó a Palenque acompañado del dibujante Ricardo Almendáriz, llegando al sitio el 3 de mayo de 1787. El capitán conocía lo realizado por Calderón y Bernasconi, y «fue repitiendo exactamente los mismos pasos de sus predecesores, ampliándolos en los puntos y lugares que se le habían señalado». Midió los monumentos principales, describió su aspecto y tomó «muestras» de los mismos, para ello realizó excavaciones en más de un lugar; y, finalmente, redactó una memoria, acompañada por los 25 dibujos que realizó Almendáriz.

Bibliografía:
Paz Cabello, Política investigadora de la época
de Carlos III en el área maya. Descubrimiento de
Palenque y Primeras excavaciones de Carácter
Científico, (Madrid: Ediciones de la Torre, 1992)
Antonio de Ulloa. “Borrador de la instrucción sobre
noticias de Geografía e Historia Natural del reino de
Nueva España”, en: Francisco de Solano. Antonio de
Ulloa y la Nueva España. (México: UNAM, 1979)
La antigua ciudad maya de Palenque en el debate
ilustrado sobre la anticuaria indígena americana*
Antonio E. de Pedro Robles, Universidad Pedagógica
y Tecnológica de Colombia 2014.

Revista Escribas