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Roberto Baltazar Márquez

Realizó estudios de posgrados en: Esp. Políticas Públicas y Equidad de Género, Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales. Planeación y Operación del Desarrollo Municipal y Regional: Metodología y Herramientas, Instituto Nacional de Administración Pública, A.C. El Enfoque Territorial del Desarrollo Regional, ONU (FAO-FODEPAL)


Alan Parker acaba de morir y deja un legado que llena de beneplácito a muchos. Son varias obras cinematográficas redondas las que hizo, de temática, estilos y lenguaje distintos. Supo crear una narrativa propia bajo diferentes enfoques fílmicos y en su trabajo de director no se andaba con medias tintas, ya que su propuesta estética era incómoda y nada complaciente con los héroes, los villanos, la historia y los espectadores. Es altamente probable que durante el proceso de selección de sus películas, escogiera aquellas que le dieran la ocasión de ofrecer un tratamiento cinematográfico alejado de la complacencia, pero en el que tuviera la forma de imprimir un sello propio.

Revisar una parte de su filmografía, es parte del reconocimiento a un hombre de cine que se aleja adell concepto de director de culto, de películas ininteligibles, que son admiradas por el crítico que todo lo ve con ojos de insuficiencia y que después de oírlo, no quedan ganas de volver a ver cine nunca más en la vida. No, Parker es un sobrio director que hace posible que sus películas se vean, sin que ello quiera decir que tenga que hacer algún tipo de concesión.

Alan Parker durante la filmación de Angel`s Heart

Alan Parker durante la filmación de Angel`s Heart

EVITA

En «Evita» logra un resultado apabullante al combinar de la mejor forma música de rock con la historia personal y política de Eva Perón. La ópera-rock de la versión cinematográfica es la puesta en escena de casi veinte años antes y su enorme virtud es que mantiene un ritmo vivo con una continuidad dinámica permanente en una historia tan difícil de contar, puesto que toca fibras que aún son muy sensibles en Argentina, en donde es increíble que el personaje tan contradictorio que fue Eva Perón, generara debates al momento de hacer la película, es decir, cuatro décadas después de haber fallecido.

La película sólo hace uso de diálogos cantados, apoyados por un narrador, a la manera de un recitativo de la ópera barroca, en el que en ocasiones narra la historia como si fuera un periodista y en otras, es parte de ella.

Es una obra propia para el lucimiento de la protagonista, por lo que Madonna no desaprovecha la oportunidad y obtiene dos grandes logros: el primero es que con su interpretación hace posible que el personaje de Eva Perón salga bien librado, a pesar de que la historia real y el guion de la película, no le favorezcan y, en segundo lugar, ella sobresale como intérprete y actriz. Aquí es en donde aparece la nula condescendencia en el tratamiento de los personajes que es característico en Parker.

Decide reforzar la visión frívola de Eva Duarte que tienen muchos segmentos de la población en Argentina, quienes le achacan su crecimiento en el mundo actoral,  a su capacidad para utilizar sus encantos de hembra dispuesta a todo con tal de hacer una carrera cinematográfica, hecho que la llevó, también, a contraer matrimonio con el líder nacional Juan Domingo Perón, el gran demagogo, caudillo y redentor de Argentina, para dar el gran salto, ya no como actriz, sino como líder política y Jefa Espiritual de la Nación.  Parker no le hace favor alguno a Eva y la pinta de cuerpo entero de la manera más frívola que le fue posible.

Sin embargo, es tal la potencia musical de la ópera-rock de Andrew Lloyd Weber y Tim Rice y que Parker lleva al celuloide, que Madonna logra el milagro actoral y de interpretación para rescatar a Eva Perón del fango en el que la colocó sin retoques el director. Las escenas de la Casa Rosada son emblemáticas de lo que representó Eva Perón como jefa espiritual y gran manipuladora de las clases sociales más pobres, pero más aún es la fuerza interpretativa de Madonna como actriz y cantante, que hacen el milagro de que Eva Perón no nos resulte tan antipática.

La película es un dechado de ritmo cinematográfico, con un movimiento vertiginoso que lleva rápidamente de una escena a otra, con apenas el tiempo suficiente para entender lo que acaba de suceder. El ritmo y el movimiento lo son todo en la película de Parker: las cosas suceden y lo hacen de manera rápida y fluida, hecho que debió ser muy diferente a realmente ocurrido entre ese matrimonio de conveniencia, cuyos movimientos palaciegos oscilaban entre los pausado y lo estudiado, pero que supieron mover los resortes más sensibleros de una sociedad durante décadas, en la que aún existen vestigios de la idolatría que ambos personajes causaron.

Alan Parker durante la filmación de Evita

El director durante la filmación de Evita

Expreso de medianoche

Expreso de medianoche está construida bajo una narrativa cinematográfica realista, casi a la manera de un reportaje, que muestra sin pudor a un régimen político que es imposible que pueda ser más corrupto. Parker aprovecha el trasfondo de una de las tantas crisis diplomáticas entre Turquía y Estados Unidos, para tensar la trama de una historia real que ya es difícil de llevar por sí misma y hace un registro puntual del hecho que da lugar a la historia dura que Parker cuenta sin recato alguno. La primera parte de la película parece un noticiero mañanero.

Su estilo de narración no se guarda nada y todo lo importante lo pone de forma nítida, en blanco y negro; usa el recurso de evitar que los diálogos en turco se traduzcan, para generar una sensación de incomodidad en el espectador que siente que algo le falta, cuando no es así porque esos diálogos son iguales en cualquier idioma, ya que hablan de un sistema de atropellamiento de los derechos humanos más elementales que nos son tan familiares.

En este sentido, Parker es un precursor de la vigencia de esos derechos que empezaron a adquirir notoriedad durante los años setenta y que se impulsaron en la administración de Jimmy Carter; conviene recordarlo porque antes de esos años, en el mundo no se hablaba de ellos, aunque la realidad represiva universal atentara contra permanentemente en su contra. Por ejemplo, la relatoría del movimiento estudiantil de 1968 en México, no habló jamás de violación de derechos humanos, aunque se violaran flagrantemente.

En la complejidad de la vida carcelaria de Turquía y otros lugares de esa parte del mundo, es donde Parker hace cine y construye una historia verosímil, no solo porque retrata un hecho real, sino por su capacidad de construir una historia con elementos accesorios. La historia que él quiere contar no distingue, por ejemplo, entre cárcel y manicomio por lo que conduce, inexorablemente, a la inutilidad de la vida, a la que se llega después de alcanzar niveles tan altos de desesperación que permiten que la vida pierda todo sentido humano. Al ver la piltrafa en la que convirtieron a Billy Hayes, la película alcanza su clímax narrativo.

La soledad, la delación y la desesperación son la constante y lo único que queda es la posibilidad del «expreso de medianoche», como mecanismo ilusorio para abandonar el terror que tan bien describe Parker. La anulación de la condición de los hombres es una consecuencia natural en ese sistema carcelario putrefacto, que es capaz de hacer que la venganza se convierta en un acto totalmente inútil, en virtud de que siempre existe un traidor que hace que el mundo sea peor.

Alan Parker en el set de Expreso de Medianoche 1978

En el set de Expreso de Medianoche 1978

Sin embargo, la vida siempre encuentra resquicios para resurgir; uno es el erotismo, el otro es la rebeldía, condiciones para que la condición humana no quede aplastada ante la represión más brutal y que aun así necesita del acto fortuito para que florezca.

Otro gran logro de Parker es que mantiene el interés del espectador durante las dos horas del filme que nunca decae. Vista después de 40 años, no han perdido ninguno de sus atributos que apreciamos cuando se exhibió en el desaparecido cine Latino del Paseo de la Reforma

Mississippi en llamas

Otro tema de tratamiento difícil es la segregación racial que vive Estados Unidos desde que se fundó como nación. Parece increíble que en 1964, muchas de sus ciudades vivieran cuadros tan patéticos de discriminación y violencia como la que sufre el minúsculo condado de Jessup, en Mississippi, tierra en la que conviven los negros, el góspel y los supremacistas.

El asesinato de tres activistas de los derechos civiles, perpetrado por una pequeña célula de la organización clandestina conocida como Ku Klux Klan, que existe en los hechos desde que concluyó la Guerra de Secesión y que conserva aún el estado de discriminación contra la población negra a través de mecanismos de terror que ellos consideren idóneos, es la piedra de toque de una película de registro exacto de los hechos.

El Ku Kux Klan sigue prevaleciendo en los estratos más atrasados de la sociedad norteamericana y no importa cuánto dinero tengan, lo hacen ahora bajo la forma de policías para matar inclementemente a la población negra y debajo de una melena anaranjada. La historia reciente está llena de esos episodios que manchan a todo el pueblo norteamericano.

Usando la línea argumentativa de la violencia de este grupo de extrema derecha, Parker hace uso de las características más destacadas del thriller: suspenso y tensión dramática, para mantener la acción durante dos horas y no permitir que la narrativa presente baches que desmerezcan la historia.

En el pueblo existe un cuerpo organizado de delincuentes mayores que selectivamente desatan su espiral de violencia en contra de la población negra, sin más propósitos que el de sostener una sociedad discriminadora. Es deseo del director que sepamos desde el principio quiénes integran esas células del Klan, por lo que nos enteramos que forman parte del segmento de población más respetable del pueblo.
Un recurso adicional del director es hacer más grandes las diferencias de estilos de los dos protagonistas y agentes del FBI, ya que mientras uno es concienzudo y ordenado, el otro es intuitivo y despegados de las reglas.

Con estos elementos, el director trenza una historia fascinante en la que se aprecian los avances de la investigación, junto con los elementos de prueba para llevar a juicio a los responsables del asesinato, esos honorables hombres que se enfundan en sus capuchas puntiagudas.

El gran valor fílmico de Mississippi en llamas es que Alan Parker nunca quiso hacer una «película de denuncia», sino simplemente realizar una película sobre una historia real, sin más interés de dejar constancia de que el thriller es un género que puede manejar una denuncia, sin necesidad de hacerla explícita y, menos aún, de valerse de juicios morales para condenar un hecho.

Si bien él no se lo permitió, uno sí tiene el derecho de preguntarse sobre cuántos de quienes vieron la película o supieron del hecho en su momento, no hubieran deseado que jamás se encontraran los cadáveres de los activistas para que el estado de cosas se conservara. No fueron pocos, eso es seguro, porque los supremacistas siempre han sido un segmento numéricamente grande de Estados Unidos.

The Wall

Pink Floyd es uno de los grandes grupos de la historia del rock y construyó sólidos álbumes que más que eso, parecen catedrales.

Alan Parker Dirigiendo la película “Fama”

Dirigiendo la película “Fama”

Atrás de The Wall está la idea más importante del siglo XX:  el individuo, solo que ahora en ese proceso de aislamiento provocado por una civilización que lo aleja de elementos de satisfacción que son difíciles de alcanzar, puesto que ni él mismo los conoce. La construcción de muros propios no es más que la consecuencia de la defensa que antepone ese individuo ante un mundo anti natural, que agrede en casi todos los ámbitos de la vida común.

Estamos en tiempos en los que la política que no deja de ser belicosa, fenómeno al que inmediatamente después se le conocerá como neoliberal, pero que no se percibió en el momento. Esos años provienen del fracaso de las expectativas de los jóvenes de la década de los sesenta y de los que vieron que la guerra, ejemplificada con la de Vietnam, no solucionaba nada sino empeoraba la situación de todas las naciones y actores políticos involucradas.

El disco se inscribe entre los elementos que anuncian el fin del monopolio de la autoridad como normadora del mundo, lo que significa un enorme salto cultural que aún no se estudia más que someramente y los ánimos que en contra de esa cuestionada autoridad van sumando los que antes se supeditaban a sus órdenes en cualquiera de los ámbitos en los que se mueven los integrantes de una sociedad abierta: gobierno, religión, democracia, educación, entretenimiento.

El escenario prevaleciente era el de la oposición y rebeldía ante la insatisfacción acumulada durante la vida, que años después derivaría en la insatisfacción sin rebeldía ni oposición del fin de siglo.

Es Pink Floyd quien mejor atrapa en la música esas sensaciones por las que transitan los jóvenes de su época y por eso van al estudio y las consolas a grabar The Wall, disco doble de la mejor manufactura del grupo, pero que no es fácil de escuchar porque debe de atenderse como si fuera una única y larga canción que se dirige por distintos derroteros de una misma ruta.

Ver la película es algo complejo para quien no es angloparlante, toda vez que hay que encontrar los significados de lo que se ve por el conducto de las canciones del disco, en el que no están todas, ni se encuentran en orden, lo que exige ya sea verla de corrido para después escuchar el disco con su traducción o hacer las dos cosas a la vez. Sea cual sea el resultado, la película juega con los tiempos y con los espacios y deja ver que es la guerra y la insatisfacción que provoca, la que da origen al álbum.

Una enorme cualidad de la película es que atrapa en imágenes el sentido sarcástico que posee una parte de las letras del disco, en tanto que, en el uso de su libertad creativa, introduce por momentos una sección de dibujos animados sin razón aparente, pero que no necesita explicación y que redondea una propuesta estética.

La película pone en imágenes lo que la letra dicta, hecho que no es novedoso ni establece un avance artístico. Sin embargo, el propósito de Parker es transmitirnos un concepto: el de una sociedad harta, aburguesada, en decadencia, que es difícil de entender. El resultado no es arte, no puede serlo, porque una de sus reglas básicas es que una expresión artística no puede repetirse por sí misma, es decir, si los conceptos ya están expresados de una manera, en este caso con música y letra, las imágenes no pueden versar sobre lo mismo. Es muy probable que Parker haya sabido de esta regla básica, por lo que su trabajo se reduce a ilustrar un concepto de insatisfacción con fines pedagógicos, tan útiles en estos tiempos.

Es cierto que The Wall genera distintas sensaciones; una de ellas es la incomodidad y dentro de ella sabemos que estamos ante el intento de llevar a la escena un concepto de difícil aprehensión pero que Pink Floyd logra de manera soberbia y Alan Parker secunda con oficio y más oficio.

Glifos de Escribas Mayas

Revista Escribas